El trasiego ilegal de especies exóticas ha disparado la alarma de las autoridades cubanas en los últimos meses. Los reportes de la prensa internacional sobre el caso de un cubano que intentó penetrar 148 tomeguines, azulejos, sinsontes, cateyes y otros en Estados Unidos, es solo un botón de muestra.
Las instancias que velan por el cuidado de la flora y la fauna achacan la disminución de las especies tan codiciadas, casi exclusivamente al contrabando, mientras muchos cubanos se quejan de no tener un mercado en donde puedan adquirir una cotorra u otro animal parecido para llevarlo a casa.
En las cercanías de la Sierra Maestra, en la provincia Granma, Emiliano González Olivera cree que no todo es culpa de los que trafican, hay un trasfondo que no se menciona. González se pregunta por qué en una zona eminentemente boscosa como la sierra, el zoológico “Parque Granma”, de Bayamo, tiene muy pocos animales en exposición.
Del mismo modo opinó sobre la posibilidad de adquirir estos animales en un mercado legal: “Es difícil que una gente pueda obtener una cotorra, algunos animales que les gusta, como los exóticos”, afirma. González Olivera es además de activista de derechos humanos un campesino independiente que haces sus labores en un sitio llamado El Horno, cerca del municipio Veguitas e insiste en la falta de un mercado regulado de estas especies “lo comercializan en el mercado negro, prácticamente es delito tener un animal de estos en casa”. E indica: “Son prohibitivos los precios a los que se venden”.
Mientras se ve solo el lado de las manos inescrupulosas que operan con la carne de Carey, Cocodrilo o el trasiego de aves ya en extinción, los planes de construcción o de siembra de caña es algo de lo que nada se habla.
“La campaña ‘De oriente a Occidente’, que con buldócer y una serie de tecnologías desbarataron casi todos los bosques de Cuba. Ellos (lo hicieron) para sembrar caña y después descubrían que no servía para la caña. Tú sabes cómo es esto, el caos”, finaliza.
La hora de los culpables
Desde Isla de Pinos, llamada luego de 1959 Isla de la Juventud, Ramón Salazar cree que la alarma ha llegado un poco tarde pues “Muchas personas -es de siempre, no de ahora, afirma- han traficado estas especies hacia la zona de La Habana, pero más bien no para venderlo a los turistas, es porque las personas las compran para tener estas mascotas en su casa, siempre ha sido común”, señala Salazar.
A partir de los años ‘70 del pasado siglo la isla sirvió para el experimento socialista en materia de educación. Miles de estudiantes provenientes de África y América Latina fueron a dar a los planes citrícolas alrededor de Nueva Gerona. Para ello fue necesario desmontar una enorme cantidad de bosques con el fin de construir las escuelas conocidas como ‘Modelo Girón’.
“Buldocearon toda la parte esa donde habitaban las cotorras, los pinares, y esas especies se fueron retirando a esa zona de la costa”, concluye Ramón Salazar.
En un reciente reporte del periodista independiente Mario Hechavarría Driggs para el sitio Hablemos Press, se pudo conocer sobre la suspensión de las licencias para la venta de animales de sacrificio con fines mágico-religiosos en la capital cubana.
“Los comerciantes fueron llevados (indica que el domingo 7 de Julio) hasta la Unidad de la Policía de la calle Picota, donde fueron multados, confiscándoles la totalidad de su mercancía; es decir, gallos y gallinas, con la expresa prohibición de continuar ejerciendo una actividad por la cual pagaban impuestos al Estado”, indica la información.
Otros animales con gran demanda para las fiestas de santería o Regla de Ocha son el Majá de Santamaría y la Jicotea. A los comerciantes –cita Driggs- no les explicaron razones claras sobre la prohibición, sino la negativa a seguir ejerciendo un oficio que data del tiempo de los esclavos en Cuba.
“Aquí nada es seguro, el Estado quita y pone”, sentenció el comunicador independiente refiriéndose a los obstáculos al trabajo por cuenta propia.