El gobierno cubano pretende con destacado empeño, engatusar, mejor, captar, a médicos, enfermeros y otros trabajadores del sector de la salud que hayan desertado en misiones fuera de Cuba.
Para tal efecto emite una circular en la que asegura garantizar el derecho a regresar, siempre y cuando, mantengan una actitud de respeto hacia la revolución y no hayan formado parte de organizaciones contrarrevolucionarias.
Para todos queda claro que la salud es factor estratégico en el desarrollo y bienestar de cualquier sociedad. La diplomacia de batas blancas, como también se le conoce a la exportación de servicios médicos, es una de las principales fuentes de ingreso del Estado cubano, y una muy eficaz herramienta para la influencia política.
Los facultativos cubanos atienden en zonas remotas. Aún retumba en la memoria de políticos europeos e incluso norteamericanos, el aporte de Cuba a la lucha contra el virus del ébola en África Occidental. Por eso cada deserción o huida, representa una preocupación para las autoridades isleñas.
Un médico desertor, además de ser un gasto inútil para la economía del país, también representa el eslabón incuestionable en la cadena de fracasos del sistema de salud cubano. Pero un desleal que regresa significa un triunfo de impacto social, económico publicitario.
Hay que hacerlos regresar. Para eso, y aprovechando la tremenda incertidumbre que sembró el anuncio del fin de la política “Pies secos, pies mojados” y del programa especial para médicos cubanos, el gobierno organiza una campaña que incluye recorrer cada municipio de la isla, visitar a los familiares de cada ingrato desafecto, de la salud, para hacerlos llenar esta planilla y usarlo como vía de comunicación o carnada.