El cielo plomizo presagiando lluvia no impidió que Héctor, 79 años, asara pechugas de pollo y un pargo sobre brasas de carbón. En su casa de Víbora Park, barriada de Arroyo Naranjo, al sur de La Habana, el ambiente era festivo. Su hermano Humberto, residente en Canadá hace veinte años, estaba de visita en Cuba con sus hijos y nietos.
En el patio, los adultos compartían cervezas y nostalgias mientras en un equipo estéreo escuchaban números del español Nino Bravo. En la sala, los más jóvenes bailaban y cantaban Despacito de Luis Fonsi y Daddy Yankee.
Era poco más de la una de la tarde del domingo 22 de octubre. A esa hora, Humberto prendió un pequeño radio de batería y se puso a escuchar noticias. En eso, el locutor recuerda que 55 años atrás, John F. Kennedy dirigió al pueblo estadounidense un mensaje televisado de 17 minutos y públicamente anunció que se establecería un cerco naval a Cuba.
Humberto vivió aquellas dos semanas de incertidumbre en la Isla. Luego de un breve silencio, relata su experiencia personal.
“Tenía 24 años y recién me había graduado de ingeniería civil. Como la mayoría de los cubanos, apoyaba a Fidel Castro. Voluntariamente me enrolé en las milicias. Pasé un curso rápido de artillería antiaérea y a mí y a un grupo nos enviaron a una zona de Pinar del Río que hoy pertenece al municipio San Luis. Después me enteraría que muy cerca de nuestra unidad habían emplazados cohetes nucleares soviéticos”, rememora Humberto y añade:
“En Cuba no teníamos ni la menor idea qué era un conflicto nuclear. Estábamos desinformados, no existían refugios ni el avituallamiento necesario. No había conciencia de lo que representaba una guerra atómica. En una guardia nocturna, el 22 de octubre de 1962, el jefe de batallón nos comunicó sobre el discurso de Kennedy y la decisión de Jruschov de no detener los barcos que viajaban rumbo a Cuba. ‘La guerra es cuestión de días’, nos dijo el jefe. En la tropa se pensaba que sería una especie de safari para cazar yanquis. La moral estaba por las nubes después de Playa Girón. Alguien dijo: 'Compañeros, este conflicto es distinto. No habrá ganadores ni perdedores, todos vamos a morir. Fue cuando me percaté de la gravedad de la situación”.
El ex preso político y periodista Pedro Corzo, residente en Miami, en 1962 ya era opositor al régimen comunista de Fidel Castro.
“Yo vivía en San Diego del Valle, un pueblo de la antigua provincia de Las Villas. Aún no me habían encarcelado, pero existen amplias evidencias de que la dictadura dinamitó todo el perímetro del Presidio Modelo y otras cárceles donde se encontraban los presos políticos, para, según se desarrollaran los acontecimientos, volarlos a todos. En el pueblo había un fuerte movimiento de tropas rusas y armas. En ese momento, los opositores nunca pensamos que se trataba de cohetes nucleares. Cuando el armamento pasaba por San Diego del Valle, el ejército nos conminaba a meternos en las casas, cerrar las ventanas y no mirar hacia fuera. El régimen creó las condiciones para una guerra total, y el pueblo estaba completamente desinformado”.
En octubre de 1962, Tania Quintero estaba a punto de cumplir 20 años.
"Lo que más recuerdo de aquellos días es que el cubano de a pie desconocía lo que estaba pasando y se burlaba de los soviéticos, despectivamente les llamaban 'rusos'. Creo que fue entonces cuando empezaron a decirles 'bolos', por lo toscos que eran", cuenta la actual periodista independiente, quien desde noviembre de 2003 vive en Suiza como refugiada política.
Según Tania, "el sentir de los dirigentes cubanos se trasladó a la población. La gente quería que no se dejaran meter el pie por los americanos y dejaran que los soviéticos instalaran los cohetes en la isla. Uno escuchaba decir: '¿Pa'qué entonces los trajeron? Son unos pendejos si después permiten que se los lleven'. Daba la impresión de que se hablaba de armas convencionales y no de misiles. A Jruschov le pusieron 'Nikita Nipone' (ni quita los cohetes ni los pone). Así de simples y superficiales se veían las cosas a nivel de calle. El escalofrío vino después, cuando supimos lo que estaba en juego, en Cuba y en el mundo. Fidel Castro nunca le habló claro al pueblo ni le dijo que estábamos al borde de un holocausto. El que no sabe es como el que no ve, y por eso no estábamos atemorizados, a pesar de la gran movilización militar que se veía por toda La Habana, especialmente a lo largo del Malecón, con los milicianos parapetados tras sacos de arena y las 'cuatrobocas' (baterías antiaéreas) listas para disparar si un 'avioncito enemigo' intentaba aproximarse".
Alberto, ex oficial jubilado de las FAR, jamás pensó que Cuba sería borrada del mapa en caso de un conflicto nuclear con Estados Unidos. “La percepción que yo tenía y que también tenía la inmensa mayoría de la población, era del predominio militar cubano. Creíamos que el armamento de la URSS era superior y que los soviéticos tendrían un arma secreta que impediría un ataque yanqui. Desconocíamos que la correlación de fuerzas en los misiles nucleares era de una a ocho a favor de los estadounidenses. Tampoco la televisión, la radio y el noticiero del ICAIC informaban sobre la peligrosa situación que estábamos viviendo. A pesar de que habían pasado solo 17 años de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, con miles de muertos y daños irreversibles a los sobrevivientes, en Cuba, creo que por orientaciones de Fidel, a la gente no le explicaron los efectos nocivos de un hongo nuclear. Lo único que a Fidel le importaba era pasar a la historia. Fuimos manipulados, éramos unos ingenuos. En esa misma situación se encuentran hoy los norcoreanos".
Magdalena, ama de casa, nació en diciembre de 1962 y señala que sus padres le habían contado sobre la Crisis de Octubre.
"Pero yo vine a saber que estuvimos al borde de una tercera guerra mundial, cuando en 2001 vi la película Trece Días, protagonizada por Kevin Costner. Me costó creer que lo narrado en la cinta hubiera ocurrido de verdad, y me di cuenta que en 1962 mis padres carecían de información y desconocían la magnitud de la situación creada entre Cuba, Estados Unidos y la Unión Soviética. Por suerte, los 'bolos' sacaron sus cohetes del país".
Tras la caída del imperio soviético, se abrieron al público algunos archivos secretos. Entre ellos las cartas que intercambiaron Fidel Castro y Nikita Jruschov. En una de las misivas el autócrata caribeño insta al presidente de la Unión Soviética a lanzar el primer golpe. Pero los medios oficiales ocultan y apenas analizan ese intercambio epistolar que deja al descubierto la irresponsabilidad de Fidel Castro, y pone en entredicho sus dotes de estadista de altura.
Cincuenta y cinco años después de la Crisis de los Misiles, muchos jóvenes cubanos desconocen el contexto real de los acontecimientos y el espíritu aventurero de sus gobernantes, quienes llegaron a convocar al pueblo a inmolarse.
Dayán, estudiante de tercer año de preuniversitario, en tono mecánico, explica lo que conoce de aquella etapa, de acuerdo a las clases recibidas: “Después de Playa Girón existían planes de Estados Unidos y la CIA para invadir a Cuba. Es por eso que la URSS decide emplazar armas nucleares en nuestro territorio, como una fuerza de disuasión. El Gobierno revolucionario no estaba de acuerdo. Lo que ellos querían era un compromiso de los soviéticos, de que en caso de agresión a Cuba se considerara una agresión a la URSS. Cuando Jruschov decidió retirar los misiles, lo que más molestó a Fidel fue que no se contó con él para negociar una salida mejor. O sea, a cambio de retirar los cohetes, cerrar la Base Naval de Guantánamo y el compromiso de Estados Unidos de no invadir a Cuba”.
Y es que la historia oficial acerca de la crisis de los cohetes solo cuenta la parte que beneficia al régimen. La otra se calla, o intentan que la olvidemos.