La 45 edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano se inicia este jueves en la capital cubana, cuando el país atraviesa su peor crisis energética y económica y la industria cinematográfica local se diluye por el éxodo de cientos de trabajadores.
"No puede concebirse un cine nacional ignorando las contradicciones del país que lo produce. Cientos de cineastas cubanos ya no viven ni trabajan en Cuba. Esa distancia no es solo física sino también ideológica, en la medida que sienten que el país que los vio nacer y crecer no responde a sus expectativas generacionales, ni profesionales. No rechazan a Cuba, ni mucho menos a su cultura o la dura realidad de ese pueblo al que también representan. Agotados por la retórica y las promesas, han sufrido en sus propios cuerpos actos de exclusión y represión. Sus películas incorporan esos sentimientos de dolor y frustración. Son relatos íntimos, autorreferenciales, que les permiten reconstruir una identidad a través de memorias y experiencias. Ninguno ha renegado de su condición de cubanos, sin embargo, ¿por qué no podemos ver sus filmes más allá del marco puntual y efímero de un festival?", escribió la Asamblea de Cineastas Cubanos.
De acuerdo a los organizadores, esta edición del Festival de La Habana en incluye 256 filmes de 42 países: 21 de América Latina y el resto de Alemania, Bélgica, Canadá, Argentina, Bolivia, Brasil, además de Chile, Colombia, Costa Rica y Ecuador, dijeron los organizadores.
Según anuncian, el plato fuerte del evento es el estreno en primicia mundial de la serie de Netflix "Cien años de soledad", basada en la obra maestra de Gabriel García Márquez, el premio Nobel colombiano que impulsó la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano en Cuba.
La Asamblea de Cineastas recuerda que ese certamen fue por décadas una gran cita de los cineastas del continente y ahora "se encuentra emplazada por la grave fractura que define al cine cubano del presente" y tiene lugar en "un panorama marcado por el continuo éxodo de sus más jóvenes creadores, un cine que recorre el mundo y obtiene premios, pero que rara vez puede apreciarse al interior del país".
El comunicado hace referencia al tema de la censura y las políticas públicas de control y exclusión que desde hace décadas castigan a los cubanos.
"Bajo criterios ideológicos o intereses políticos, muchas películas cubanas son estigmatizadas por las autoridades. Al disponer del monopolio absoluto sobre la exhibición, se ocasiona un grave daño a la cultura nacional y a la libre circulación de ideas. Para los censores, son nuestras películas las que deben cambiar y no la realidad a la que se deben. El Festival de Cine de La Habana no es ajeno a esa política de supervisión. Su criba final se define en oficinas ajenas al mismo, donde sujetos anónimos tienen la última palabra. Allí, no solo se cuestionan los contenidos de ciertas películas, sino también a sus creadores. Se han suscrito leyes especialmente diseñadas para este fin. Controlar la circulación de ideas en el espacio público es el objetivo, bajo el argumento de que cualquier pensamiento o expresión crítica a las posturas oficiales opera contra la seguridad del país. Se aplaude cuando en otras latitudes los ciudadanos protestan, luchan por sus derechos, defienden sus leyes cinematográficas y se oponen a las injusticias de sus gobiernos, pero se reprime y silencia el mismo gesto cuando los nuestros tratan de hacerlo", denuncia la declaración de la Asamblea de Cineastas.
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