El preso político Alexis Borges Wilson, condenado a 20 años de privación de libertad por su participación en las masivas demostraciones del 11 de julio en Cuba, se declaró en huelga de hambre para reclamar que se anule o reduzca su sentencia.
“Él está en huelga de hambre desde el domingo. La policía nos llamó, a la familia, para que fuéramos a verlo y lo convenciéramos de dejarla. Fueron dos hermanas de él a hablarle, pero no lograron nada. Él no quiere quitarse de eso porque dice que no acepta esos 20 años”, confirmó su sobrina Dayana Borges Pérez.
“Es muy injusto. Solamente están presos por manifestarse, expresar sus ideas, en ningún lugar eso es delito. Entonces está esperando que las autoridades cambien la medida porque dice que no va a echarse para atrás, que prefiere morirse”.
Considerada uno de los paradigmas de la lucha no violenta, la huelga de hambre ha constituido una de las principales formas de protesta en el ámbito penitenciario en Cuba y en el mundo, en la que se pone en juego un elemento irrecuperable: la propia vida del individuo.
Borges Wilson, encarcelado en el Combinado del Este, recibió su sentencia firme hace pocos días, junto a las de otros 128 manifestantes de las barriadas de La Güinera y Toyo, en La Habana, juzgados y condenados por el delito de sedición.
De acuerdo a las Conclusiones Provisionales del órgano acusador, Borges Wilson y el grupo de más de 200 personas del que formaba parte se enfrentaron con piedras y palos a la policía que había conformado un cordón de seguridad para impedir el avance de los que protestaban.
El régimen cubano no admite la existencia de presos políticos en la Isla, usa delitos comunes para llevar a las voces disidentes a la cárcel, a las que, mediante campañas de descrédito, presenta como criminales.