Las autoridades de la prisión Kilo 8 de Camagüey comunicaron a la familia de Leandro Cerezo Sirut que el preso político está recibiendo atención psiquiátrica dentro de la cárcel.
La salud mental y física del prisionero se ha deteriorado durante el tiempo en que cumple una condena a cadena perpetua que recibió cuando solo contaba con 19 años.
Ha dejado de alimentarse y, según varios de sus compañeros de reclusión, vomita sangre, está extremadamente delgado, se comporta de una manera inusual y, aparentemente, ha enloquecido.
“El jefe de la prisión le hizo una llamada a mi hermana, Marisol Otamendi. Según él, tenía a Leandro al lado, se lo puso al teléfono y las únicas palabras que le dijo fueron que no tenía ánimo de hablar. Mi hermana no reconoció su voz, no sé si por lo deteriorado que está o porque, realmente no era él”, explicó su madre, enfermera de profesión, María Victoria Sirut, a quien Estados Unidos otorgó refugio político y reside actualmente en la ciudad de Las Vegas.
“Mi hermana le preguntó al oficial por qué lo han puesto en celdas de castigo. Y él contestó que es un protocolo de la prisión, que cuando el recluso no come, aunque sea porque esté vomitando sangre, o tenga un problema de salud, tiene que estar en aislamiento”, dijo.
Los familiares de Cerezo Sirut han pedido, en repetidas ocasiones, a diferentes instancias de la Fiscalía General de la República y de la Dirección de Cárceles y Prisiones atención médica para el joven.
En una llamada telefónica, que hiciera Otamendi al departamento de Atención a la Ciudadanía de la Fiscalía Provincial de Camagüey, le aclararon que lo “valoró” un psiquiatra.
“La empleada llamada Sonia, le aseguró a mi hermana, que lo está atendiendo un psiquiatra, pero yo no creo nada de lo que ellos dicen porque en todos estos meses, desde noviembre, todo lo que nos han dicho es mentira. Mi hijo está vivo de milagro”, dijo la madre del preso.
Cerezo Sirut y otros cuatro reclutas que cumplían el Servicio Militar Obligatorio y trataron de desertar de la Unidad Militar de Tanques de Guerra, ubicada en Managua, La Habana, fueron condenados en 2007 por un tribunal militar.
Por los delitos de “Infracciones de las normas relativas al servicio de guardia”, “Deserción”, “Salida ilegal del territorio nacional”, “Robo con violencia en las personas”, “Asesinato”, “Actos cometidos con artefacto explosivo o mortífero, agentes químicos o biológicos u otros medios o sustancias”, “Toma de rehenes”, “Actos contra la seguridad de la Aviación Civil y los aeropuertos” y “Lesiones”, Cerezo Sirut y Yoan Torres Martínez fueron sentenciados a cadena perpetua, Karel De Miranda Rubio a 30 años, Alaín Forbes Lamorú a 25 y Rider Lescay Veloz a 15 años.
“Aparte que fueron cargados con muchos delitos, el fiscal resaltó que lo que hicieron era el pretexto que estaban esperando los americanos para invadir a Cuba y que pusieron en riesgo la seguridad nacional. Eran niños prácticamente en ese momento, de buenas familias pero el régimen quiso dar un ejemplo para que no se repitiera la acción”, afirmó.
Los cinco reclutas condenados fueron declarados dos años más tarde por la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional como presos políticos. Cuban Prisoners Defenders también los incorporó a la lista de presos políticos.
Cerezo Sirut, inteligente y buen estudiante, alcanzó una carrera universitaria, cuenta su mamá.
“Pero tuvo, previamente, como exigen las leyes cubanas, que pasar 14 meses de Servicio Militar. Se lo llevaron para La Habana. Lo tenían en un túnel desarmando tanques de guerra. Estaba muy delgado con las uñas enfermas. Él me contaba los abusos que estaban viviendo en esa unidad militar- en ese tiempo hubo un muchacho que se pegó un tiro y se mató porque no aguantó-. Los ponían a marchar desnudos, a veces no alcanzaban a comer y los militares los maltrataban verbal y físicamente”, rememoró la madre.
Cuando Cerezo Sirut cumplió el año reglamentario de Servicio Militar, los mandos del Ejército no le concedieron la licencia.
“Una vez hubo un acto político, con altos oficiales y a Leandro le dieron el micrófono para que conversara sobre los logros de la unidad. Él aprovechó y contó todas las arbitrariedades que se cometían con los reclutas. Lo encarcelaron 21 días en la misma unidad militar. Y ahí fue donde empezó todo su problema”.
“Los malos tratos continuaron y tampoco les daban la baja del Servicio Militar. No soportaron más y el 29 de abril de 2007 decidieron alzarse al monte armados para salir del país. Nunca tuvieron intenciones de matar a nadie. A dos de ellos los agarraron saliendo de la unidad e inmediatamente, la Jefatura dio el toque de alarma con la orden de cogerlos vivos o muertos”.
“Mi hijo logró escabullirse por una posta y ocultarse en el monte, dentro del perímetro de la misma unidad. Otro de los muchachos, Yoan, cuando salió por otra garita, el centinela le disparó y él se defendió y le tiró con la desgracia que lo mató Estuvieron una semana escondidos”.
El 3 de mayo de 2007, vencidos por el hambre y la sed, salieron de su escondite. Detuvieron un ómnibus de transporte urbano en el que viajaban un teniente coronel, un capitán y como tres civiles y lo desviaron hacia el Aeropuerto Internacional José Martí.
Dos de los muchachos, Cerezo Sirut de 19 años y Yoan Torres de 21, intentaron secuestrar un avión estacionado con el fin de abandonar la isla, dejando a dos militares muertos durante los incidentes. Del tercero, Alain Forbes Lamoru no se encontraron datos sobre su detención.
“Ellos siempre tranquilizaron a las personas que lo que querían era un piloto para irse, que a nadie le iba a pasar nada”.
Uno de los rehenes, el teniente coronel Víctor Ibo Acuña Velázquez, cogió un extintor del avión y atacó a Cerezo Sirut, le quitó el arma y le disparó.
“Yoan, el otro muchacho, en defensa propia y de mi hijo, le disparó y lo mató. Los francotiradores tiraron por la cabina del avión y le dieron en el pecho. Pero no murió. Fue un enfrentamiento”.
Antes de la captura de los dos últimos amontinados, el régimen desplegó un fuerte operativo y difundió las fotografías de tres reclutas fugados, informando de que se trataba de "sujetos peligrosos" que portaban armas de fuego.
María Victoria Sirut fue detenida por 15 días en el Departamento Técnico de Investigaciones (DTI) del Ministerio del Interior (MININT) ubicado en las calles 100 y Aldabó de Boyeros en La Habana.
En el juicio, celebrado a puertas cerradas, también resultaron sancionados algunos oficiales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
El hecho protagonizado por los cinco reclutas formó parte de una ola de secuestros de medios de transporte para ser desviados hacia Estados Unidos, en lo que el régimen cubano calificó como "plan siniestro de provocaciones" tramado en ese país.
“Yo le escribí al Consejo de Estado, a la Fiscalía, estuve siete años en Cuba buscando también que me lo trasladaran para Camagüey de donde son ellos. No resolví nada. No pude hacerles Revisión de Causa porque ningún abogado quiso coger el caso. La Conferencia de Obispos Católicos de Cuba también intentó pedirla. No se la aceptaron”.
“Hasta que ya tuve que salir de Cuba, más que por mí, por su hermanito pequeño”, concluyó su relato María Victoria Sirut.