Quince años después de los ataques del 11 de septiembre, Estados Unidos aprendió a protegerse de los ataques yihadistas sofisticados pero permane vulnerable a las operaciones más rudimentarias llevadas a cabo por extremistas locales.
Las operaciones antiterroristas tienen actualmente como objetivo descubrir e interrumpir planes de partidarios del grupo Estado Islámico (EI) y de Al Qaida, que se esconden en células menos centralizadas y se aprovechan de las nuevas tecnologías, señalaron funcionarios de inteligencia.
"Nuestro trabajo se está haciendo más difícil", dijo Nick Rasmussen, el poderoso director del Centro Nacional contra el Terrorismo, en un balance hecho esta semana en Washington.
La expansión de medios para comunicarse entre ellos, muchas veces a través de populares aplicaciones de teléfonos inteligentes, y la posibilidad de comunicaciones encriptadas, "les da ventaja" sobre las agencias de inteligencia, señaló.
Los ataques del 9/11 dieron luz verde a la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo, inicialmente enfocada en Al Qaida y el Talibán.
Pero 15 años después, el objetivo son diferentes grupos, como Estado Islámico, que se ha apoderado de territorios en Siria e Irak e inspirado ataques dentro de países de Europa y en Estados Unidos.
Sus atentados son de menor escala que los del 9/11, pero igualmente mortíferos y desmoralizantes.
Por su parte, Al Qaida aún existe sin su antiguo líder Osama bin Laden, pero con miembros y filiales operando desde Filipinas hasta África occidental, lo que supone una amenaza más compleja. "La realidad es que ha hecho metástasis" en la región de Irak y Siria, dijo Frank Cilluffo, director del Centro de Seguridad Cibernética y Nacional de la Universidad George Washington.
"La amenaza persiste y en algunos casos es más compleja", sostiene.
Una serie de ataques sorpresivos han puesto a los extremistas violentos locales en el foco de las agencias de inteligencia, así como lo hacen las amenazas extranjeras. Entre ellos está el estadounidense de origen afgano, de 29 años, que mantenía simpatía con islamitas radicales y que protagonizó en junio un ataque contra un club gay en Orlando, Florida, dejando a 49 personas muertas.
En diciembre pasado, un ciudadano estadounidense y su esposa, ambos con orígenes en Pakistán, mataron a 14 personas en una fiesta navideña en San Bernardino, California. El programa sobre extremismo de la Universidad George Washington registra 102 personas acusadas en Estados Unidos por delitos relacionados con el grupo Estado Islámico, muchos de ellos reclutados en línea.
La inteligencia de Estados Unidos está siguiendo más de 1.000 casos de posibles extremistas, dijo Rasmussen. Además, los planes se desarrollan y e ejecutan más rápido, y en pequeñas células, lo que hace que descubrirlos sea más difícil para las agencias antiterroristas.
Los funcionarios estadounidenses creen que el grupo Estado Islámico será derrotado tarde o temprano en la región de Irak y Siria, pero eso no terminará con la amenaza extremista. La desintegración del grupo islámico podría enviar a miles de sus partidarios de manera silenciosa a diferentes partes del mundo, quienes podrían esperar años para construir nuevas células y planes de ataques, advirtieron los agentes.
"La amenaza que creo que dominará los próximos cinco años para el FBI será el impacto de la derrota del califato" o del grupo EI, dijo James Comey, director de la Agencia Federal de Investigaciones (FBI).
Esto liberará a "miles de peligrosos asesinos" entre la población común, muchos de los cuales irán a esconderse en Europa, pronosticó.
"Estamos frente a este 'oscuro' fenómeno en el que no podemos ver a esta gente", agregó.
El otro gran desafío, dijeron los funcionarios, es la debilidad de la inteligencia europea para identificar y rastrear las amenazas, que explican por la cooperación aún pobre entre las agencias de diferentes países. Rasmussen dice que hubiera tenido más confianza hace una década en la habilidad de Estados Unidos y otros países para lograr trabajar juntos en la lucha contra el terrorismo.
El verdadero progreso requiere de estrategias de largo plazo que involucren a las redes sociales, dijo Michael Leiter, de la compañía contratista de defensa e inteligencia Leidos. Muy poco dinero ha sido entregado a gente que trabaja en el terreno en la lucha contra la radicalización, se quejó Leiter.