Se cumplen este domingo tres años del anuncio del deshielo de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, que fuera anunciado simultáneamente en Washington y La Habana por el presidente Barack Obama y el general-presidente de Cuba, Raúl Castro.
Transcurrido ese tiempo, y a casi un año de la investidura en EE.UU. del sucesor de Obama, Donald Trump, ha sobrevivido la mayor parte de la apertura unilateral de Obama hacia Castro, ejecutada por el demócrata a través de seis minuciosas rondas de enmiendas a las regulaciones estadounidenses de control de activos cubanos.
Con Trump, los norteamericanos todavía pueden seguir viajando a Cuba bajo casi todas las categorías implementadas por Obama (12), salvo los viajes individuales, que el primer presidente afroamericano introdujo en sus últimos meses en la Casa Blanca.
El otro cambio de importancia, anunciado en junio pasado en Miami por el presidente número 45 e implementado desde noviembre, se enfocó en los negocios en poder de los militares castristas, una lista de alrededor de 180 entidades prohibidas que está lejos de perjudicar a toda la economía cubana.
Emilio Morales, presidente de The Havana Consulting Group, ha señalado que los militares controlan sectores estratégicos, incluidos el 85% del mercado minorista, el 40% del sector hotelero, la Zona Especial de Desarrollo del Mariel y el 27% de la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba S.A., ETECSA, pero su esquema empresarial solo representa el 21% de los ingresos brutos de la economía cubana.
Las aerolíneas y las empresas de cruceros de EEUU fueron dispensadas por Trump para seguir tratando con entidades del complejo militar-empresarial de la isla. De los grupos hoteleros cubanos solo quedaron vetados para los estadounidenses Gaviota y Habaguanex, dependientes del grupo GAESA, pero no Cubanacán, Islazul ni Gran Caribe, que también son entidades estatales.
Historia paralela de fechas erradas
17-S, otra fecha errada
A meses de instalarse en la Casa Blanca, Barack Obama decidió anular el programa de defensa antimisiles que EEUU iba a desplazar en Polonia y la República Checa. La iniciativa, iniciada en 1996, debía implementarse por etapas hasta el 2015.
La Casa Blanca escogió el peor día para anunciar la cancelación, el 17 de septiembre del 2009. Los asesores presidenciales quizás nunca revisaron los libros de historia de Europa Oriental y Central. Y si conocían la fecha, no les importó el dolor de la nación por una fecha tan trágica en su historia.
El 17 de septiembre de 1939 tropas soviéticas atravesaron la frontera oriental de Polonia y anexaron estos territorios como parte de la Unión Soviética. Días antes, el 1ro de septiembre, el país había sufrido la ofensiva por tierra y aire de las tropas nazis. Se iniciaba la Segunda Guerra Mundial.
Los nazis invadieron por el Oeste, los soviéticos por el Este. El 17 de septiembre quedó configurada la frontera de Polonia con la URSS. Los soviéticos al invadir Polonia detuvieron a decenas de miles polacos, los enviaron a campos de concentración en Siberia, y cerca de 22.000 fueron asesinados en Katyn. Un desfile militar conjunto con las tropas nazis en Brest-Litovsk, marcó la alianza entre Iosif Stalin y Adolfo Hitler. Pasadas la medianoche del 17 de septiembre del 2009 en Praga, Obama llamó al primer ministro checo para explicar la decisión. Ya avanzado el jueves tuvo similar conversación con el premier polaco. Temprano en la mañana, en la Casa Blanca se hizo el anuncio público. En tres minutos el presidente estadounidense dijo al mundo que ya no habría un escudo antimisiles para la defensa de Europa, ni en Polonia, ni en la República Checa. El propósito del sistema era proteger a los aliados europeos de posibles ataques provenientes de países que iban desde Irán hasta Corea del Norte.
El simbolismo del sistema de defensa estadounidense para esas naciones de Europa Oriental era evidente y el de la retirada también lo fue: Obama rompió por decreto la alianza genuina de EEUU con las nuevas naciones del Este y Centro de Europa. Los checos calificaron de cobarde la actitud de Washington. Los polacos recordaron con ironía y frustración el 17 de septiembre de 1939 y las relaciones entre Polonia y EEUU llegaron a su nivel más bajo. Para Rusia fue una concesión al Kremlin.
La Casa Blanca entendió que era el momento de “reajustar” relaciones con Rusia aunque fuera a costa de polacos y checos. El entonces presidente ruso, Dimitri A. Medvedev, dijo que la ocasión era idónea para que Washington participara junto a Moscú y otros países de Europa en un nuevo sistema antimisiles. Toda la prensa rusa hizo loas a la política firme del ex presidente y entonces premier Vladimir Putin ante Occidente.
Quedaron vigentes asimismo autorizaciones para que las empresas estadounidenses exporten a Cuba alimentos y medicinas y para que participen en el sector de las comunicaciones y la Internet, algo que La Habana ha frenado en el primer caso y ha limitado al mínimo en el segundo.
Sin embargo, un factor irritante que fue oportunamente reportado a las autoridades cubanas y que continuó durante meses sin solución ─los sigilosos ataques que afectaron la salud de 24 diplomáticos estadounidenses de la Embajada en Cuba entre noviembre de 2016 y agosto de 2017─ llevó a la administración Trump a adoptar otras medidas.
El retiro de más del 60 por ciento del personal de la sede diplomática y sus familiares, con las consecuentes limitaciones en las funciones consulares, y una advertencia emitida por el Departamento de Estado sobre los riesgos de viajar a la isla, afectó la circulación de personas en ambos sentidos.
Para los cubanos el requisito de tramitar las visas de inmigrante y visita temporal en embajadas americanas en otros países creó una difícil barrera de la que solo se salvan los que ya tenían visas de entrada múltiples por cinco años.
Pero en el caso de los viajes de EE.UU. a la isla podría tratarse más de un problema de percepción que de límites reales, posiblemente relacionado con la manera en que gran parte de la prensa estadounidense ha presentado las medidas de Trump como una vuelta al status quo anterior al 17 de diciembre de 2014.
¿Por qué el 17-D?
Para muchos en Cuba, donde las religiones predominantes son las afrocubanas que sincretizan a los orishas del panteón yoruba y los santos católicos, el hecho de que se escogiera el 17 de diciembre para el anuncio del restablecimiento de relaciones con Estados Unidos tuvo que ver con la celebración ese día del San Lázaro o Babalú Ayé.
Esta venerada figura de la religiosidad popular arrastra cada año hasta el santuario de El Rincón a miles de cubanos, muchos de los cuales prometen ir a pie desde sus casas o llegar arrastrándose desde el cercano poblado de Santiago de Las Vegas.
En cambio, en un artículo publicado en la revista católica Espacio Laical en el que evoca su participación como emisario durante el año y medio de negociaciones secretas entre La Habana y Washington, el cardenal cubano, Jaime Ortega, sugiere que la fecha fue escogida como un homenaje a la mediación del Papa Francisco, que le fuera sugerida a él por el senador demócrata Patrick Leahy, partidario del acercamiento.
Tras recibir de Ortega el mensaje de Leahy, Francisco aceptó mediar y envió mensajes personales para que fueran personalmente presentados por Su Eminencia a ambos gobernantes.
Después de entregar las misivas papales a Raúl Castro y a Obama, y de comunicar otro mensaje de este al dirigente cubano, Ortega dice que “hubo silencio total y las conversaciones continuaron en Canadá con el Sr. Ricardo Zúñiga al frente de la delegación americana, y el coronel Alejandro Castro Espín [hijo de Raúl Castro] al frente de la delegación cubana, hasta que el acuerdo se firmara en el Vaticano por representantes de los dos gobiernos ante el Secretario de Estado de la Santa Sede. En esa ocasión, acordaron que se haría público y efectivo el día 17 de diciembre de 2014, fiesta de cumpleaños del papa Francisco”.
Otro 17-D
La fecha del almanaque que marcó el deshielo tiene otra connotación menos conocida en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba: fue un 17 de diciembre que Washington le hizo saber al dictador Fulgencio Batista que le cortaba su respaldo, y le instó a marcharse de la isla para evitar más derramamiento de sangre.
En la noche de ese día de 1958, el embajador de Estados Unidos en Cuba, Earl Smith, sostuvo una conversación de dos horas y media con el atribulado dictador y su canciller, Gonzalo Güell.
Convencido de que podía y debía haber una solución para Cuba sin Batista, pero también sin Fidel Castro, Smith les dijo que la evaluación del Departamento de Estado sobre la situación era “de crisis inminente, la cual muy probablemente causaría prolongados disturbios civiles y numerosas pérdidas de vidas. Y que si él (Batista) actuaba rápidamente el Departamento de Estado creía que aún habría elementos cubanos que podrían salvar la situación de su rápido deterioro. Sería necesario obtener su apoyo y cooperación para un gobierno de base amplia, capaz de introducir medidas constructivas para alcanzar una solución nacional”.
Le sugirió asimismo no permanecer en Cuba más allá del tiempo necesario para una transición ordenada del poder, y que se exiliara en España.
Cuando el diplomático respondió negativamente a una pregunta de Batista con respecto a si Estados Unidos podría hacer algo para detener las hostilidades, el gobernante le respondió que entonces él estaba mediando a favor de Castro.
En su libro “El Cuarto Piso” el embajador Smith lamenta que sus llamados a apoyar una alternativa pacífica sin Castro en Cuba no fueran escuchados por sus jefes.
Días después del ultimátum de Smith a Batista, una evaluación de la situación en Cuba enviada al presidente Dwight Eisenhower por el secretario de Estado Adjunto (interino) para Asuntos Interamericanos, Dick Rubottom ─irónicamente uno de los primeros en advertir sobre la expansión comunista en Latinoamérica─ consideraba que si bien el movimiento 26 de julio de Castro era utilizado en alguna medida por los comunistas no había indicios suficientes para concluir que los rebeldes eran comunistas.
En abril de 1959, durante su visita de 11 días a Estados Unidos, Castro sería cordialmente saludado por la cancillería estadounidense como un “distinguido líder”.