Un yate de tres millones de dólares partió de Cayo Hueso esta semana con dos parrillas para asar carne, televisión con 250 canales vía satélite y un plan por si tuviera que rescatar a balseros cubanos desamparados en el Estrecho de Florida.
Después de cuatro horas de navegación sin contratiempos, el yate Still Water atracó en la Marina Hemingway de La Habana. Los adinerados pasajeros desayunaron salmón ahumado y bizcochos, luego abordaron un autobús del Gobierno cubano con aire acondicionado para realizar una visita de un día a la ciudad.
Por primera vez en décadas, el Gobierno estadounidense está autorizando un rango amplio de viajes marítimos de gran escala a Cuba. Desde que se inició la distensión el año pasado, el Gobierno del presidente Barack Obama ha emitido permisos a decenas de embarcaciones, al menos a cinco compañías de transbordadores, a cuatro líneas de cruceros y a la empresa de Palm Beach que rentó el Still Water. El yate de 24 metros de largo (78 pies) tiene internet satelital, cuatro camarotes y un bar.
"Es una pequeña burbuja. Uno puede tener las comodidades de casa en La Habana", dijo Jim Friedlander, presidente de Academic Arrangements Abroad, grupo que ayudó a organizar el viaje.
Funcionarios de turismo de Cuba y aficionados y empresarios estadounidenses vinculados al paseo en embarcaciones se frotan las manos ante el posible retorno de los días de fiesta previos a la revolución socialista en la isla, cuando miles de estadounidenses adinerados navegaban anualmente a La Habana para gozar de largos fines de semana de esparcimiento tropical.
"¿Cuál es el mercado natural para el turismo náutico en Cuba? Estados Unidos, primer país del mercado del yatismo internacional", dijo José Miguel Díaz Escrich, comodoro del Club Náutico Internacional Hemingway de Cuba. "Si antes de la revolución venían algunos miles de yates a Cuba, hoy estaríamos hablando de decenas de miles de yates que vendrían".
Fidel Castro calificó en 2005 a los cruceros como "hoteles flotantes, restaurantes flotantes" que "visitan los países para dejarles la basura, las latas vacías y los papeles por unos cuantos miserables centavos". Pero bajo el mandato de su hermano y sucesor, Raúl Castro, el Gobierno parece no tener tales reservas. Cuba ha estado aprobando rápidamente pedidos de puerto por parte de barcos cruceros estadounidenses nuevos y planeando nuevas marinas con miles de lugares para que atraquen yates en las contaminadas aguas de la bahía de La Habana, así como en las aguas de arena blanca del centro turístico de Varadero, aproximadamente a una hora y media de distancia en automóvil.
Los contrastes
Incluso los primeros indicios de un auge en la llegada de embarcaciones está dando origen a contrastes sorprendentes, surrealistas, con un creciente número de costosas embarcaciones de placer recorriendo aguas donde pescadores cubanos navegan sobre botes desvencijados, aguas sobre las cuales un creciente flujo de migrantes se dirige al norte en balsas inestables.
Expertos en turismo cubanos parecen estar confiados sobre un inminente fin a las restricciones a los viajes en barco a Cuba, las cuales han sido aflojadas y apretadas cíclicamente desde que el presidente Jimmy Carter legalizó brevemente los viajes a la isla en 1977. Muchos estadounidenses dueños de yates, incluidos varios que estaban atracados el jueves en la Marina Hemingway, han realizado escala en La Habana calladamente durante años hacia o desde otros puertos, de la misma manera que viajeros aéreos estadounidenses han llegado a Cuba desde Canadá o México desafiando leyes estadounidenses rara vez aplicadas.
El punto de discusión más acalorado entre tales especialistas cubanos ahora es si la isla puede hacer frente rápidamente a lo que se espera será una demanda masiva de instalaciones modernas para embarcaciones.