Stephen Purvis o la vida de un extranjero en Cuba... hasta que la Seguridad toca a la puerta

Stephen Purvis tras las rejas en Cuba. (Captura de imagen/The Guardian)

El hogar de Purvis era una villa hermosa de los años 50, pronto llena con sus cuatro niños. Los sábados los pasaba en la piscina de un club en la playa. Pero el poderoso título de sus memorias, Close but No Cigar, es su propia admisión de lo mal que la vida puede terminar bajo un régimen comunista.

Muchos recuerdan a inicios del nuevo milenio a Stephen Purvis en las recepciones de la embajada británica en La Habana con sus más de seis pies, cabello gris recortado, vaso de ron en la mano, una amplia sonrisa y buenas historias que contar, escribe Stephen Gibbs en The Guardian en un extenso artículo que narra la odisea del arquitecto inglés en La Habana.

A Purvis le encantó Cuba, donde escapaba de la ordenada y aburrida vida capitalista en Wimbledon. Le habían ofrecido un trabajo como director de desarrollo con Coral Capital, una empresa de inversión y comercio, y decidió mudarse a la isla con su esposa, dice Gibbs en el artículo titulado 'From now on you have no name': life in a Cuban jail (A partir de ahora no tienes nombre: la vida en una cárcel cubana) .

Coral Capital era una de varias pequeñas firmas extranjeras -casi todas encabezadas por individuos extravagantes y aventureros- que se instalaban en Cuba cuando el país buscaba socios internacionales después del colapso de la Unión Soviética.

El trabajo de Purvis era buscar oportunidades de joint venture con el Gobierno comunista cubano. Los proyectos planificados incluyeron el primer campo de golf que se construyó en la isla desde la revolución de 1959, y la remodelación de un hotel antes glamoroso, el Saratoga.

Cuenta Gibbs que los Purvis se instalaron en una villa hermosa de los años 50 de la capital, pronto llena con sus cuatro niños. Los sábados los pasaba en la piscina de un club en la playa. Purvis también se metió en el teatro, produciendo en La Habana el espectáculo de danza cubana Havana Rakatan, que se exhibió con éxito por varios años en Londres.

Close but no Cigar, las memorias del arquitecto británico Stephen Purvis, arrestado en Cuba en 2012.


Nadie, por supuesto, imaginó que esos días de gloria terminarían tan abruptamente, con Purvis encarcelado en lo que él describe como un "zoológico" montado para meter a los enemigos del Estado. Pero así resultó. El poderoso título de sus memorias, Close but No Cigar, que saldrá a la venta este 23 de marzo, es su propia admisión de lo mal que la vida puede terminar bajo un régimen comunista.

"La última vez que vi a Purvis en La Habana fue en 2011, pocas semanas antes de su arresto, en una fiesta de Año Nuevo (yo había sido el corresponsal de la BBC en Cuba entre 2002 y 2007), pues la llegada del Año Nuevo es una gran cosa en Cuba, en parte porque coincide con el aniversario de la revolución castrista y allí estaban nada menos que dos de las hijas del general Raúl Castro", señala Gibbs en su artículo.

Para entonces, el terror cundía entre los extranjeros haciendo negocios en la isla. Muchos estaban susurrando que este probablemente sería su último fin de año en Cuba. Todos conocían a alguien que había estado atrapado en una misteriosa pero cada vez más amplia serie de arrestos. Dos destacados canadienses, Sarkis Yacoubian y Cy Tokmakjian, habían sido detenidos desde el verano. Un conocido empresario chileno, que antes se jactaba de ser amigo de Fidel Castro, había sido condenado en rebeldía a 20 años de cárcel. Y el jefe de Purvis, Amado Fakhre, el CEO británico-libanés de Coral Capital, había sido encarcelado en octubre.

"La sensación de un destino inminente estaba creciendo día a día", recuerda Purvis. Asegura que sería el primero en admitir que fue "un idiota" por no dejar el país cuando todavía podía. Pero estaba convencido de que no había hecho nada malo.

Ninguno de los extranjeros encarcelados había sido formalmente acusado de nada, pero se suponía que estaban atrapados en la promesa del general Castro de presuntamente "erradicar la corrupción".

En el 2010, cientos de cubanos, incluyendo ministros y altos ejecutivos, habían sido detenidos o despedidos. La red se estaba ampliando a los extranjeros, que también estaban infringiendo la ley al pagar a sus empleados cualquier bonificación por la izquierda, o incluso comprarles el almuerzo.

Purvis, que admite pagar una pequeña pensión a un ex empleado, está convencido de que los arrestos masivos no eran en realidad sobre la corrupción, sino la torpe purga de la vieja guardia de Fidel Castro, que estaba siendo reemplazada por una nueva camarilla (compuesta sobre todo de ex militares) aliada de su hermano Raúl.

El 8 de marzo de 2012 vinieron por él. Poco después del amanecer, una flota de Ladas sin chapa se detuvo estrepitosamente frente a su casa. Purvis fue llevado esposado, su cabeza forzada entre sus rodillas, a una casa anónima de estilo art deco cerca del aeropuerto. Allí, fue acusado provisionalmente de ser un "enemigo del Estado". Se le aconsejó no contratar a un abogado y cooperar inmediatamente. De acuerdo con eso, fue llevado a la tristemente conocida cárcel de la Seguridad cubana conocida como Villa Marista, en lo que se describió, eufemísticamente, como "instrucción adicional", describe Gibbs.

"Villa", como es conocida por los disidentes cubanos, es un antiguo seminario católico en las afueras de La Habana convertido por los castristas en centro de interrogatorio en 1963, donde utilizan técnicas perfeccionadas por la KGB. Eventualmente, dicen, todo el mundo "canta" en Villa. Purvis cree que él y su jefe son los únicos ingleses que han sido llevados allí. Durante meses, se convirtió en "Prisionero 217". Su vida fue totalmente controlada por un hombre conocido como "el instructor". Pasaba casi cada hora del día en una celda del tamaño de un colchón, con otros tres internos (uno de los cuales creía que era un informante del gobierno). Los cuatro compartían una letrina abierta.

Las terribles condiciones sólo fueron atenuadas por los "juegos psicológicos" de los interrogatorios que tuvieron lugar día y noche. Purvis dice que fue interrogado durante horas, a menudo sobre los detalles de las vidas de otros extranjeros en la isla. La intención era hacer que informara sobre cualquiera que pudiera haber hecho algo ilegal, por poco que fuera. Purvis dice que se negó a hacerlo, probablemente ahorrando a otros expatriados (algunos de los cuales aún viven y trabajan en Cuba) un destino similar al suyo propio. No niega que "la tentación estaba allí", señala Gibbs.

Después de meses en Villa Marista, dice que se sentía "a la deriva", dormía poco y estaba perdiendo su visión. Aproximadamente una vez al mes escuchaba de un intento de suicidio cerca. La tensión en su familia era enorme. Su esposa sufrió un colapso y tuvo que ser hospitalizada. La anciana madre de Purvis vino a Cuba para cuidar a los niños antes de que finalmente se tomara la decisión de que la familia se fuera del país.

En su libro, Purvis es mordaz sobre la falta de ayuda recibida de la embajada del Reino Unido en La Habana. Ninguna escolta consular fue ofrecida a la esposa y los hijos de Purvis el día que salieron de Cuba.

Purvis fue trasladado a La Condesa, una prisión de máxima seguridad para extranjeros. Describe a sus compañeros allí como "un grupo mixto" de inocentes, asesinos, violadores y narcotraficantes.

En junio de 2013 se organizó una fachada de juicio, en un proceso que finalmente conduciría a la libertad de Purvis, al tiempo que le convencía del carácter burlesco de la justicia cubana. Como el juicio era secreto, no se le mostró ninguna evidencia, por lo que nunca tuvo oportunidad de saber de qué se le acusaba o de preparar una defensa. Purvis fue declarado culpable de transacciones ilegales en moneda extranjera. Su condena fue de dos años y medio de duración sin custodia. Fue puesto en libertad.

Todos sus bienes en Cuba se han perdido. El proyecto del campo de golf en el que trabajó ha sido asumido por una empresa china. El Saratoga es ahora considerado el mejor hotel de Cuba. Madonna celebró su 58 cumpleaños allí el año pasado. Los inversionistas de Coral Capital todavía están tratando de recuperar su desembolso.

Después de regresar a Londres, dice que se volvió "agresivo y volátil". Los hábitos penitenciarios eran difíciles de sacudir. Con frecuencia llamaba a la cárcel de La Condesa para hablar con sus amigos allí.

Purvis dice que se está "recuperando ahora", y el proceso de escribir este impactante libro de memorias, que ha sido nominado para un premio Gold Dagger, ha ayudado a ese proceso.

En un fragmento del libro sobre la entrada a Villa Marista se lee:

“Este lugar fue originalmente destinado a ser un seminario, pero ahora no hay ningún signo de ninguna inspiración celestial. Dios ha abandonado el lugar y está en las manos del lado oscuro. Aquí es donde se encierra a los presuntos agentes de la CIA, donde los funcionarios purgados se arrepienten y donde todos los cubanos temen pisar. Aquí es donde el contratista estadounidense Alan Gross fue interrogado durante meses y meses para tratar de probar que era un espía y no un activista judío. Esta es su Lubyanka, su cuartel general de la Gestapo. Estos toscos y verdes bloques están diseñados para extraer confesiones, reales o fantásticas, para paralizar mentalmente a los enemigos del Estado. Tiene una temible reputación de tortura psicológica.

Salimos a un amplio corredor… Me empujan a una habitación de lado y me ordenan poner todas mis cosas encima de un colchón repugnante, sucio, manchado de mierda. Una almohada manchada con sangre es tirada en la parte superior. Miro fijamente la sangre con incredulidad, una ola de desesperación dentro de mí…

Me arrastro, ahora casi catatónico. El guardia tiene una cadena larga que lo rodea y un enorme bastón de goma bamboleante que golpea contra la pared mientras marcha. Todo está en silencio excepto por el goteo del agua, el chirrido de las botas de los guardias y el sollozo de un hombre en una celda”...

(Basado en el artículo 'From now on you have no name': life in a Cuban jail, publicado por Stephen Gibbs en The Guardian)