Saturno se devora a otro de los suyos, Efigenio Amejeiras

Efigenio Amejeiras.

El General de División Efigenio Ameijeiras, una notoria figura en la historia de las últimas cinco décadas en Cuba, hoy al final de sus explosivas contiendas, cae con cierta frecuencia ante el cuerpo de guardia de hospital porque lejos de ser rico y poderoso, está enfermo, y sobrevive gracias a la ayuda de familiares y amigos, en su mayoría exiliados en el norte revuelto y brutal.

De arresto innegable, nació en Puerto Padre, Las Tunas, el 21 de septiembre de 1931, creció junto a sus hermanos María Luisa, Manuel Melquíades, Gustavo, Salvador, Enma, Ángel (Machaco), José, Evangelista y Juan Manuel.

Hospital Hermanos Amejeiras

Uno de los más emblemáticos hospitales de la isla lleva el apellido de estos hermanos. Ignoro porqué en este momento, cuando Efigenio está viejo y padece esa espantosa enfermedad que afecta el pensamiento, la memoria y el lenguaje, Raúl Castro lo abandona. ¿De qué vale haberlo ascendido a General de División y entregarle aquella ridícula estrella que concede el honorífico título de Héroe de la República de Cuba, si no tiene, al menos, una atención individual especializada?

Muchos lo recordarán, para bien o para mal, por la manera en que ejerció su cargo cuando, en 1959, el presidente Manuel Urrutia lo nombrara Jefe de la Policía Nacional Revolucionaria. Por su actuación en Girón. Por aquellas constantes pugnas con los asesores rusos en 1963, cuando para intervenir en el conflicto argelo-marroquí, se apareció en Argel en el buque Andrés González Lines frente a una fuerza de choque que comprendía batallones motomecanizados, brigadas de tanques, aviación y unidades de artillería; o por otros comentados avatares.

Amejeiras, jefe de la PNR en Cuba.

Lo cierto es que popular, ingenioso y casi olvidado, su nombre siempre apareció en el “10 top” de los más mencionados. Y es que habiendo sido carga maletas, mecánico, expedicionario del Granma, segundo jefe del Frente Oriental Frank País, comandante, licenciado en historia, mujeriego, poeta, compositor, callejero y con fama de mariguanero, cuando aparecía Ameijeiras ante cualquier auditorio, todos esperaban algún resbalón irreverente del “general sin diplomacia”, de un hombre sin sutilezas, con sabiduría popular y un inseparable humor agrio. Tenía la posibilidad de reventar los más polémicos puntos de vista.

Recuerdo que durante una de mis crisis espondilíticas de finales de los 80, estando en Santiago de Cuba, me quedé sin caminar y, mi padre, desesperado, le pidió permiso a Raúl Castro, entonces Ministro de las FAR, para llevarme en un avión militar que salía ese día a La Habana. Me subieron en una camilla a un Yak 40 ejecutivo en el que viajaban además los Generales Lino Carreras y Samuel Rodiles. En un momento apareció el capitán de la aeronave, que después de saludar le dijo a mi padre: “Comandante, debemos esperar unos minutos antes de despegar, de la torre de control nos informan que el General Ameijeiras está por llegar”.

Mi padre era un hombre puntual, pero accedió a esperar, y en menos de 5 minutos apareció por la puerta Efigenio. Después de un estridente “qué tal”, se sentó en espera del despegue.

Apenas se estabilizó la nave le dice a mi papá:

“Oye Juan, -tú sabes, yo solo soy un guajiro, pero creo que la situación del país se nos está complicando. Acabo de hablar con Fidel y dice que vamos a entrar en una nueva época de crisis".

Hizo una pausa en su forma de hablar, que ya de por sí es bastante pausada, se paró y con gesto malicioso cerró la cortina azul que separaba los compartimentos de aquella aeronave. Rodiles y Lino sonrieron como esperando una bomba, entonces Ameijeras preguntó sin el menor reparo:

"¿Chico, tú no crees que el jefe se ha vuelto loco y se está refiriendo a la misma crisis de siempre, que lleva más de treinta años?”.

Desde aquel día, cada vez que escucho a periodistas y/o estudiosos hablar de unidad monolítica o de respeto al clan Castro, siempre recuerdo a Ameijeiras.