La caza ilegal y el cautiverio de cotorras y cateyes están extinguiendo a estas especies que fueron en el pasado abundantes y populares en la isla, según reportó el lunes la Agencia Cubana de Noticias.
Pese a las denuncias y proyectos impulsados por ambientalistas para detener el exterminio, la cotorra cubana y el catey están siendo vendidos para satisfacer la demanda de pichones codiciados como mascotas, dijo el reporte.
Cada cría es vendida en el mercado negro hasta en 80 CUC. Expertos en el tema afirman que la tendencia general de estas especies es al declive, porque están altamente amenazadas, dijo ACN en su reporte "S.O.S para cotorras y cateyes en Cuba".
Juan Carlos, uno de los cazadores ilegales que prefirió no dar su verdadero nombre, confirmó que dedicó una parte de su vida a trasladar estas aves desde la provincia de Sancti Spíritus hacia La Habana.
“Conocíamos los senderos para evitar ser sorprendidos por el Cuerpo de Guardabosques y, media hora antes de viajar, drogábamos las crías con un cuarto de diazepam”, confesó.
“Luego, los introducíamos en una caja común y corriente, con agujeros, por lo que no llamábamos la atención”, agregó. También dijo que llegó a vender cada pichón en 850 pesos.
Cotorras, las más codiciadas
Los pichones de cotorras son los más codiciados como mascotas.
Sin embargo, las poblaciones de catey están en peor situación posiblemente por su gregarismo, además de que seleccionan, de forma general, los nidos ubicados hacia los bordes del bosque, una combinación que los hace muy vulnerables a su depredación.
En poco menos de un siglo el catey pasó a ser una especie en peligro de extinción. El alto grado de aislamiento geográfico puede atentar contra su variabilidad y viabilidad genética, reportan expertos.
Maikel Cañizares, especialista del Departamento de Ornitología del Instituto de Ecología y Sistemática, dijo que la extracción de pichones de su medio natural pone en peligro también la disponibilidad de nidos, ya que como estas aves ponen sus huevos en lo alto, dentro del hueco de una palma, para atrapar las crías en muchas ocasiones los cazadores ilegales derriban el árbol.
Cañizares explicó que estas poblaciones han estado decreciendo básicamente por pérdidas de nidos y por la captura y extracción de pichones.
Agregó que su comercio ilícito ha crecido de manera acelerada, porque aunque haya sido una tradición la tenencia de estos animales en cautiverio, en los últimos tiempos ha pasado a ser también un símbolo de estatus social.