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Fiado: el verdadero comercio cubano


Un hombre vende escobas y utensilios de limpieza.
Un hombre vende escobas y utensilios de limpieza.

Los cubanos compran y venden sus productos a plazos. En la transacción informal solo median la confianza y el crédito personal.

Duniesky hacía zapatos, los llevaba a Santiago de Cuba para venderlos, los dejaba fiados a 100 pesos a un comprador, hasta un día en que esa persona no pagó más...

"Perdí 2 mil quinientos pesos y no tuve a quién reclamar, es la ley de la selva, sálvese quien pueda”, afirma el joven de Palma Soriano.

Hasta la década de los años ’60 los cubanos vieron llegar a sus pueblos y barrios a los comerciantes vendiendo todo tipo de mercancías, casi siempre a plazos, para luego regresar recogiendo el monto de la deuda y mostrar sus nuevas ofertas.

Los comerciantes informales cubanos de ahora mismo venden o dejan en varios plazos ropa, zapatos, artículos del hogar, productos alimenticios y cuanta mercancía sea demandada por compradores con escaso poder adquisitivo. La crisis económica ha fomentado el renacimiento de esta transacción.

Foto Cortesía de José Herrera Hernández
Foto Cortesía de José Herrera Hernández
Muchos cubanos compran pacas de ropa y otros productos en el exterior y se los dejan fiados a los revendedores, que a su vez acuerdan vender a plazos a personas que saben que pueden pagar. "En ocasiones tardan de tres a cuatro meses en recuperar el dinero de la venta porque a la gente no les alcanza el salario para pagar todo”, indicó Duniesky.

En ocasiones, la violencia ha sido el final de estos negocios: “se han ido a los piñazos, a las armas blancas y han sido sancionados. Cuando el acreedor no puede recuperar ni el dinero ni la mercancía, pues se han metido en la casa del deudor, le han ocupado un televisor o un artículo por el valor de la deuda y eso ha provocado riñas y por consiguiente han terminado en la cárcel”, concluye Duniesky Domínguez.

Un vendedor de puercos. Foto Cortesía de Luis Felipe Rojas
Un vendedor de puercos. Foto Cortesía de Luis Felipe Rojas
Rulisán Ramírez Rodríguez vive en Jiguaní, Granma y cada quince o veinte días recorre los pueblos cercanos vendiendo casa por casa, agendas, bolígrafos, tetes para biberones, cepillos dentales, blanqueadores, palillos de tender y velas. También pasa a recoger las cuotas de lo que vendió fiado.

“Yo compro los productos y los fío porque las personas no están bien económicamente, no pueden adquirirlos, de momento, porque el salario de miseria que reciben no se los permite, o a veces son los altos precios de la alimentación. Ellos se ven obligados a pedirme fiado, pero viendo la calidad de la persona yo se los dejo", explica Rulisán y aclara que lo que sí no puedes hacer es reclamar a la policía porque para ellos todo es ilegal y no nos deja espacio.
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Foto Cortesía de Luis Felipe Rojas
Foto Cortesía de Luis Felipe Rojas
Además del imperativo comercial de recuperar lo invertido, el comercio informal en la isla pasa por el antiquísimo trueque de productos. El ejemplo de quienes llevan alcohol a una provincia para retornar con otras materias primas para confecciones artesanales, ilustra el trasiego de mercancías y relaciones comerciales que se van tejiendo con una ley interna que es regulada per se.

En ciudades muy pobladas como La Habana o Santiago de Cuba expenden artículos que son deficitarios en otras. Es por eso que es común ver a orientales llevar neumáticos de bicicletas, piezas para cocina o juguetes hacia sus lugares de origen. Su alta movilidad los convierten en un eslabón importante en la cadena de distribución y venta clandestina.

Confianza mató a peligro
En la confianza está el peligro, dice el viejo refrán, pero Yeri Curbelo, residente en Caimanera, Guantánamo, afirma que “Confianza mató a Peligro” y cambia el adagio: “Para fiarle a un comprador tiene que ser que lo conozcan bien, a veces al nivel de una amistad, que sepan si trabaja o no, de lo contrario no le fían. Por eso es que en Cuba algunos no pueden comprar comida u otros productos, porque no tienen una entrada económica segura", afirma.

“Hay quien vende desde alimentos como la carne de puerco, una libra de pollo hasta prendas de vestir y pueden dar plazos de hasta tres meses por una deuda de trescientos pesos cubanos, pero aquí no le fían a todo el mundo”, agregó Curbelo.

Esta forma de compra y venta está generalizada en todo el país, y es tan común que se extiende a cualquier producto. “A mí me han fiado, porque tengo amistades que me conocen y han tenido esa concesión conmigo”, finaliza.
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