Duniesky hacía zapatos, los llevaba a Santiago de Cuba para venderlos, los dejaba fiados a 100 pesos a un comprador, hasta un día en que esa persona no pagó más...
"Perdí 2 mil quinientos pesos y no tuve a quién reclamar, es la ley de la selva, sálvese quien pueda”, afirma el joven de Palma Soriano.
Hasta la década de los años ’60 los cubanos vieron llegar a sus pueblos y barrios a los comerciantes vendiendo todo tipo de mercancías, casi siempre a plazos, para luego regresar recogiendo el monto de la deuda y mostrar sus nuevas ofertas.
Los comerciantes informales cubanos de ahora mismo venden o dejan en varios plazos ropa, zapatos, artículos del hogar, productos alimenticios y cuanta mercancía sea demandada por compradores con escaso poder adquisitivo. La crisis económica ha fomentado el renacimiento de esta transacción.
Muchos cubanos compran pacas de ropa y otros productos en el exterior y se los dejan fiados a los revendedores, que a su vez acuerdan vender a plazos a personas que saben que pueden pagar. "En ocasiones tardan de tres a cuatro meses en recuperar el dinero de la venta porque a la gente no les alcanza el salario para pagar todo”, indicó Duniesky.
En ocasiones, la violencia ha sido el final de estos negocios: “se han ido a los piñazos, a las armas blancas y han sido sancionados. Cuando el acreedor no puede recuperar ni el dinero ni la mercancía, pues se han metido en la casa del deudor, le han ocupado un televisor o un artículo por el valor de la deuda y eso ha provocado riñas y por consiguiente han terminado en la cárcel”, concluye Duniesky Domínguez.
Rulisán Ramírez Rodríguez vive en Jiguaní, Granma y cada quince o veinte días recorre los pueblos cercanos vendiendo casa por casa, agendas, bolígrafos, tetes para biberones, cepillos dentales, blanqueadores, palillos de tender y velas. También pasa a recoger las cuotas de lo que vendió fiado.
“Yo compro los productos y los fío porque las personas no están bien económicamente, no pueden adquirirlos, de momento, porque el salario de miseria que reciben no se los permite, o a veces son los altos precios de la alimentación. Ellos se ven obligados a pedirme fiado, pero viendo la calidad de la persona yo se los dejo", explica Rulisán y aclara que lo que sí no puedes hacer es reclamar a la policía porque para ellos todo es ilegal y no nos deja espacio.
Además del imperativo comercial de recuperar lo invertido, el comercio informal en la isla pasa por el antiquísimo trueque de productos. El ejemplo de quienes llevan alcohol a una provincia para retornar con otras materias primas para confecciones artesanales, ilustra el trasiego de mercancías y relaciones comerciales que se van tejiendo con una ley interna que es regulada per se.
En ciudades muy pobladas como La Habana o Santiago de Cuba expenden artículos que son deficitarios en otras. Es por eso que es común ver a orientales llevar neumáticos de bicicletas, piezas para cocina o juguetes hacia sus lugares de origen. Su alta movilidad los convierten en un eslabón importante en la cadena de distribución y venta clandestina.
Confianza mató a peligro
En la confianza está el peligro, dice el viejo refrán, pero Yeri Curbelo, residente en Caimanera, Guantánamo, afirma que “Confianza mató a Peligro” y cambia el adagio: “Para fiarle a un comprador tiene que ser que lo conozcan bien, a veces al nivel de una amistad, que sepan si trabaja o no, de lo contrario no le fían. Por eso es que en Cuba algunos no pueden comprar comida u otros productos, porque no tienen una entrada económica segura", afirma.
“Hay quien vende desde alimentos como la carne de puerco, una libra de pollo hasta prendas de vestir y pueden dar plazos de hasta tres meses por una deuda de trescientos pesos cubanos, pero aquí no le fían a todo el mundo”, agregó Curbelo.
Esta forma de compra y venta está generalizada en todo el país, y es tan común que se extiende a cualquier producto. “A mí me han fiado, porque tengo amistades que me conocen y han tenido esa concesión conmigo”, finaliza.
"Perdí 2 mil quinientos pesos y no tuve a quién reclamar, es la ley de la selva, sálvese quien pueda”, afirma el joven de Palma Soriano.
Hasta la década de los años ’60 los cubanos vieron llegar a sus pueblos y barrios a los comerciantes vendiendo todo tipo de mercancías, casi siempre a plazos, para luego regresar recogiendo el monto de la deuda y mostrar sus nuevas ofertas.
Los comerciantes informales cubanos de ahora mismo venden o dejan en varios plazos ropa, zapatos, artículos del hogar, productos alimenticios y cuanta mercancía sea demandada por compradores con escaso poder adquisitivo. La crisis económica ha fomentado el renacimiento de esta transacción.
Muchos cubanos compran pacas de ropa y otros productos en el exterior y se los dejan fiados a los revendedores, que a su vez acuerdan vender a plazos a personas que saben que pueden pagar. "En ocasiones tardan de tres a cuatro meses en recuperar el dinero de la venta porque a la gente no les alcanza el salario para pagar todo”, indicó Duniesky.
En ocasiones, la violencia ha sido el final de estos negocios: “se han ido a los piñazos, a las armas blancas y han sido sancionados. Cuando el acreedor no puede recuperar ni el dinero ni la mercancía, pues se han metido en la casa del deudor, le han ocupado un televisor o un artículo por el valor de la deuda y eso ha provocado riñas y por consiguiente han terminado en la cárcel”, concluye Duniesky Domínguez.
Rulisán Ramírez Rodríguez vive en Jiguaní, Granma y cada quince o veinte días recorre los pueblos cercanos vendiendo casa por casa, agendas, bolígrafos, tetes para biberones, cepillos dentales, blanqueadores, palillos de tender y velas. También pasa a recoger las cuotas de lo que vendió fiado.
“Yo compro los productos y los fío porque las personas no están bien económicamente, no pueden adquirirlos, de momento, porque el salario de miseria que reciben no se los permite, o a veces son los altos precios de la alimentación. Ellos se ven obligados a pedirme fiado, pero viendo la calidad de la persona yo se los dejo", explica Rulisán y aclara que lo que sí no puedes hacer es reclamar a la policía porque para ellos todo es ilegal y no nos deja espacio.
Además del imperativo comercial de recuperar lo invertido, el comercio informal en la isla pasa por el antiquísimo trueque de productos. El ejemplo de quienes llevan alcohol a una provincia para retornar con otras materias primas para confecciones artesanales, ilustra el trasiego de mercancías y relaciones comerciales que se van tejiendo con una ley interna que es regulada per se.
En ciudades muy pobladas como La Habana o Santiago de Cuba expenden artículos que son deficitarios en otras. Es por eso que es común ver a orientales llevar neumáticos de bicicletas, piezas para cocina o juguetes hacia sus lugares de origen. Su alta movilidad los convierten en un eslabón importante en la cadena de distribución y venta clandestina.
Confianza mató a peligro
En la confianza está el peligro, dice el viejo refrán, pero Yeri Curbelo, residente en Caimanera, Guantánamo, afirma que “Confianza mató a Peligro” y cambia el adagio: “Para fiarle a un comprador tiene que ser que lo conozcan bien, a veces al nivel de una amistad, que sepan si trabaja o no, de lo contrario no le fían. Por eso es que en Cuba algunos no pueden comprar comida u otros productos, porque no tienen una entrada económica segura", afirma.
“Hay quien vende desde alimentos como la carne de puerco, una libra de pollo hasta prendas de vestir y pueden dar plazos de hasta tres meses por una deuda de trescientos pesos cubanos, pero aquí no le fían a todo el mundo”, agregó Curbelo.
Esta forma de compra y venta está generalizada en todo el país, y es tan común que se extiende a cualquier producto. “A mí me han fiado, porque tengo amistades que me conocen y han tenido esa concesión conmigo”, finaliza.