Marlen es el nombre ficticio de uno de los cientos de cubanos a los que les han quitado un libro o un periódico en los aeropuertos de la isla. El delito de estos textos: Ser obra de algún escritor emigrado, contener "ideas subversivas" o "estar desviado ideológicamente" para el Gobierno comunista.
Así sucedió durante décadas en Cuba pero hoy Marlen trae sus libros o cualquier otro material que quiere mostrarle a sus familiares, de manera tal que no puedan descubrirlos en la Aduana. En ocasiones entra a la isla hasta bibliotecas enteras… pero de libros digitales.
Los textos prohibidos
Los altos precios de los libros y la escasez de inventario han impulsado el consumo de información digital en Cuba, a pesar de que todavía son pocos los que tienen acceso a una computadora.
"Realmente se consume mucha literatura extranjera o de escritores cubanos que se encuentran en el exilio; es un pulmón que oxigena a todos, escritores y lectores en general", explica el autor granmense Rafael Vilches.
"Es la puerta para saber de la obra de gente que se ha ido de Cuba como Cabrera Infante y muchos otros", agrega Vilches, quien lamenta que sus creaciones no puedan distribuirse en ese formato.
Residente en la capital cubana, el escritor Hildebrando Chaviano asegura que los libros digitales se han convertido en algo "muy importante" para la Cuba de hoy. Es casi la única forma por la que podemos acceder a publicaciones que de otra forma aquí no se ven porque están muy limitadas o prohibidas".
Él mismo no deja de contemplar la gran biblioteca que tiene dentro de su casa; sin embargo, su biblioteca digital es "mayor. Me he encargado de distribuir esos libros que son cientos…"
Los consumidores
Los estudiantes están entre los consumidores mas ávidos de los libros digitales en la isla, sobre todo cuando buscan información especializada. La falta de bibliotecas o de bibliografía actualizada, alimenta este hábito.
"Existen sí estas ferias famosas –explica la escritora habanera Susana Teresa Más Iglesias– que anuncian de la Feria del Libro pero los libros primeramente se venden en divisas o en su equivalente en moneda nacional. Muy caros, muy caros…", insiste.
Los amiguitos de su nieto se intercambian los materiales digitales que necesitan para estudiar Informática y "aquellos que no tienen una computadora o una tableta tienen que depender de los que sí la tienen".
Los cubanos cuentan con dos vías fundamentales para incrementar sus bibliotecas digitales. Unos pocos con acceso privilegiado a la Internet los pueden descargar y la otra, son los familiares que llegan desde el exterior o las embajadas en La Habana que también distribuyen información de este tipo en CDs y memorias flash.
Sin embargo, el proceso más significativo es la distribución. En paralelo con "el paquete", aunque menos popular, de memoria flash en memoria flash los cubanos comparten los libros digitales; "la literatura silenciosa", le llama el escritor tunero, Alberto Méndez.
A mediados del año pasado, Cuba superó el millón de computadoras a las cuales hay que sumarle las tabletas y otros dispositivos móviles que se encuentran en manos de particulares.