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Lisa Howard: entrevistadora, amante y emisaria de Fidel Castro en EEUU


Lisa Howard y Fidel Castro. 1963. | National Security Archive Lisa Howard Collection
Lisa Howard y Fidel Castro. 1963. | National Security Archive Lisa Howard Collection

Fotos, notas, cartas y diarios, guardados en un archivo secreto de contactos de la Casa Blanca con Castro en poder de la Biblioteca Presidencial Kennedy, han permitido reconstruir esta historia.

En los casi 47 años (1959-2006) en que se mantuvo activo como gobernante de Cuba, Fidel Castro concedió pocas entrevistas, casi siempre a periodistas amigables y de medios muy importantes.

Herbert L. Matthews, de The New York Times, Bernard Shaw y Lucia Newman de CNN, el cineasta Oliver Stone y Jeffrey Goldberg, de la revista The Atlantic son algunos de los privilegiados que pueden decir que entrevistaron a una de las figuras más controversiales del siglo XX. Sin embargo, aquellas entrevistas en las que permitió y respondió las preguntas más embarazosas o más significativas, Castro se las otorgó a reporteras estadounidenses agraciadas e inteligentes como Barbara Walters ─le dio dos─ Diane Sawyer, y antes que ellas, Lisa Howard de la cadena ABC.

Se ha escrito que al caudillo cubano “sólo le gustaban los entrevistadores extranjeros - mucho más si eran rubias y americanas -, algo que quizás formaba parte de su enfermiza relación de odio-cariño con Estados Unidos, y su machismo”.

A Howard, una ex actriz de telenovelas que se abrió paso hasta la notoriedad en la prensa de EE.UU. y se convirtió en la primera mujer corresponsal de ABC y primera en presentar su propio espacio de noticias, Castro le concedió otra primicia: su primera entrevista (1963) con un importante medio televisivo estadounidense desde 1959.

Fidel Castro y Gina Lollobrigida en La Habana
Fidel Castro y Gina Lollobrigida en La Habana

Pero la relación entre Castro y Howard, como la que tendría años más tarde con la actriz italiana Gina Lollobrigida ─quien también se llevó a casa su interview─ fue más allá del marco profesional entrevistador-entrevistado. Con Howard no solo fue romántica, sino también diplomática, de acuerdo con el artículo que publicó el viernes en la revista Político, edición de mayo-junio de 2018, el historiador de las relaciones bilaterales Peter Kornbluh.

En “My dearest Fidel: An ABC’s Journalist Secret Liaison with Fidel Castro”(Mi querido Fidel: El enlace secreto de una periodista de ABC con Fidel Castro), Kornbluh reconstruye una historia que la comunicadora dejó dispersa en fotos, notas, cartas y diarios que su esposo donó al Archivo de Seguridad Nacional. El académico descubrió la conexión entre Howard y Castro a mediados de los años 90, en un archivo secreto de contactos de la Casa Blanca con Castro en poder de la Biblioteca Presidencial Kennedy, tras presentar una solicitud para su desclasificación.

Portada de Back Channel to Cuba.
Portada de Back Channel to Cuba.

En el artículo de Politico, el coautor de “Back Channel to Cuba” cuenta como la relación íntima que llegó a desarrollar Howard con Castro le permitió a esta mujer establecer, por esfuerzo propio, un canal trasero de comunicación entre el caudillo comunista y las administraciones de John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson, en medio de un álgido clima de Guerra Fría posterior a la Crisis de los Misiles y la instauración del embargo, y dominado por una animosidad que incluía mutuas actividades de guerra secreta.

Sin embargo, una primicia en el relato de Kornbluh es que contiene las primeras descripciones detalladas que se hayan publicado sobre una de las incontables infidelidades de Castro en su matrimonio con Dalia Soto Del Valle, con quien inició su relación en 1961.

Se ha escrito mucho, pero no con detalles, sobre las relaciones de Castro con cientos y quizás miles de mujeres, más allá de las dos con las que contrajo matrimonio formal, Mirtha Díaz-Balart y Dalia: abundan datos sobre sus affaires con Naty Revueltas, madre de su hija rebelde Alina; con Celia Sánchez, su secretaria personal desde la Sierra Maestra, y con la alemana Marita Lorenz, quien según asegura no fue capaz de asesinarlo por encomienda de la CIA.

Alina, muestra una fotografía de su padre.
Alina, muestra una fotografía de su padre.


​El ya desaparecido guardaespaldas del también finado “Comandante”, Juan Reinaldo Sánchez, ha descrito el mecanismo por el cual éste concertaba sus citas secretas extramaritales, a través de sus edecanes, en la llamada Casa de Carbonell de la Unidad Militar 160, sede de su seguridad personal en el reparto habanero de Siboney. Por allí, según Sánchez, habrían pasado su intérprete de inglés Juanita Vera, con la que tuvo un hijo llamado Abel; su intérprete de francés llamada Pilar, Gladys, una de las azafatas de sus viajes internacionales, y muchas mujeres más, pues el ex escolta daba fe de que “en los juegos amorosos y de seducción jamás se ha tropezado con la menor dificultad, ni resistencia, ni frustración”.

Lisa Howard, rubia y de unas 110 libras de peso, encajaba, según lo que refiere Sánchez, en el ideal femenino de su jefe. Hablando del momento en que conoció a Dalia, durante un acto de la campaña de alfabetización en Santa Clara, el ex teniente coronel dice en su libro de memorias “La vida oculta de Fidel Castro”: “Al igual que Mirtha y Naty, aquella desconocida es una rubia de ojos claros, es delgada y menuda como una bailarina de ballet. Mucho más que el cabello rubio, la esbeltez constituye un criterio primordial en las elecciones amorosas de Fidel”. Y dice de éste: “Sin ser un mujeriego ni un amante compulsivo, como tantos políticos del mundo, no deja de ser ‘Fidel el infiel’”.

La historia en "POLITICO".
La historia en "POLITICO".

Ponemos ahora a su consideración algunos extractos traducidos del artículo de Peter Kornbluh:

Lisa Howard había estado esperando durante más de dos horas en una suite del Hotel Riviera, tiempo suficiente para bañarse, vestirse y maquillarse, y luego desnudarse mientras se preparaba para irse a dormir cuando pensó que ya no vendría. Pero esa noche a las 11:30 p.m. en La Habana, el 2 de febrero de 1964, Howard, una corresponsal estadounidense de ABC News, finalmente escuchó un toque en la puerta. Abrió y vio al hombre que había estado esperando: Fidel Castro, el líder de 37 años de la revolución cubana y uno de los principales antagonistas de los Estados Unidos en la Guerra Fría.

"Tú puedes ser el primer ministro, pero yo soy una periodista muy importante. ¿Cómo te atreves a hacerme esperar? ", le dijo Howard con ira fingida. Luego invitó a Castro, quien iba acompañado por su edecán [y médico personal] René Vallejo, a pasar a su habitación.

Durante las siguientes horas, hablaron de todo, desde la teoría marxista hasta el trato a los presos políticos en Cuba. Recordaron al presidente John F. Kennedy, quien había sido asesinado meses antes. Castro le contó a Howard sobre su viaje a Rusia la primavera anterior, y la "atención personal" que recibió del "brillante" primer ministro soviético Nikita Jruschov. Howard amonestó a Castro por el régimen represivo que estaba creando en Cuba. "Para hacer una revolución honorable ... debes renunciar a la idea de querer ser primer ministro mientras vivas". "Lisa", preguntó Castro, "¿de verdad crees que gobierno un Estado policial?" "Sí", respondió ella. "Lo creo".

Ya a altas horas de la madrugada, Howard le pidió a Vallejo que se fuera. Finalmente a solas con ella, Castro deslizó sus brazos alrededor de la periodista estadounidense, y los dos se acostaron en la cama, donde, como recuerda Howard en su diario, Castro "me besó y acarició ... diestramente, pero con pasión contenida".

"Habló de que me deseaba", escribió Howard, pero "no se desvistió ni llegó hasta el final". "Nos gustamos mucho", le dijo Castro, admitiendo que le costaba encontrar las palabras para explicar su reticencia. "Has hecho mucho por nosotros, has escrito mucho, has hablado mucho sobre nosotros. Pero si nos acostamos, será complicado y nuestra relación se destruirá".

Le dijo que la volvería a ver, "y que todo vendría naturalmente". Justo antes de que saliera el sol sobre La Habana, Castro arropó a Howard, apagó las luces y se fue.

El verdadero nombre de Lisa Howard era Dorothy Jean Guggenheim, nacida en una familia judía de clase media en Ohio, pero se dio a conocer como la "Primera Dama del Pecado" de la televisión, una designación que Hollywood le otorgó por interpretar a tentadoras, asesinas y ladronas en olvidables programas de TV y películas de segunda clase a principios de la década de 1950. En 1957, se anotó el papel recurrente de Louise Grimsley en la popular serie de CBS "The Edge of Night". Pero incluso cuando llamaba la atención en Hollywood, Howard indicó tener ambiciones mucho más grandes. "Aunque se destaca por su aspecto físico (5'3; 109 lbs; 35-23-35 de busto a caderas) la señorita Pecado prefiere pensar en sí misma como el 'tipo sensible-intelectual' que 'viaja a lugares', la describía un artículo de portada de People Today en 1953.

Entonces, en 1960, mientras vivía en Nueva York con su esposo, Walter Lowendahl, y sus dos hijas, Howard abandonó su carrera como actriz, tomó una grabadora y comenzó a hacer entrevistas exclusivas para la radio como voluntaria no remunerada de Mutual Radio Network. Obtuvo acceso a importantes figuras políticas, incluido el entonces senador John F. Kennedy, la ex primera dama Eleanor Roosevelt e incluso el presidente Dwight Eisenhower. Pero fue la larga entrevista de Howard con Jruschov en septiembre de 1960, la primera que el líder soviético le había otorgado a un reportero occidental, lo que llamó la atención de los ejecutivos de ABC News.

Cartel de solidaridad entre Castro y Jruschov
Cartel de solidaridad entre Castro y Jruschov

Con Castro furioso con Jruschov por retirar los misiles sin consultarlo, algunos funcionarios de la administración Kennedy vieron la oportunidad de atraerlo de vuelta a la órbita occidental.

Cuba era una gran noticia. Pero con las tensiones altas, el embargo vigente y sin viajes directos entre los dos países, pocos reporteros de la prensa estadounidense podían obtener acceso al país, y mucho menos una entrevista con su ardoroso líder. Howard había intentado en vano obtener una entrevista con Castro dos veces a principios de la década de 1960, y después de la crisis de los misiles hizo otro intento. "Considerando el estado actual de la crisis mundial", le escribió, "¿no sería este un momento ideal para que hablara con el pueblo estadounidense?"

La misión cubana en Nueva York finalmente le otorgó a Howard una visa para viajar a La Habana a principios de abril de 1963. Castro la ignoró durante varias semanas mientras terminaba las negociaciones con el abogado de Nueva York James Donovan [el mismo de la película de Tom Hanks “Puente de espías”] para la liberación de los prisioneros [de la invasión por Bahía de Cochinos] encarcelados en Cuba (…). En un intento por atraer su atención, Howard le escribió a Castro una carta después de su llegada: "Le ruego que diga que 'SÍ'", le decía en español. "Deme esta entrevista, por favor", y se la pasó a varios interlocutores, entre ellos a Donovan, a quien le suplicó que le hablara bien de ella. "Le dije a [Castro] que había una bellísima periodista rubia que quería entrevistarlo y que le diera algo de su tiempo", recordó Donovan. "Lo hice buscando despertar la curiosidad y la vanidad masculina natural de Castro".

Castro por fin cedió y aceptó encontrarse con Howard en el cabaret del hotel Habana Riviera. Llegó a la medianoche del 21 de abril, y los dos hablaron hasta casi las 6 am: de Kennedy, de las impresiones personales de Howard sobre Jruschov, "un viejo zorro astuto" que "te cortaría como una ramita", y del aparato de Estado policial bajo el gobierno de Castro que Howard. Según ella, quedó impresionada por los conocimientos de Castro. "Nunca, nunca he encontrado un comunista interesado en los sentimientos de Albert Camus", contó más tarde en una carta. "Y ciertamente no he encontrado comunistas ansiosos por discutir los méritos de nuestra Constitución y nuestra Carta de Derechos. Pero Fidel disfrutó muchísimo de la conversación".

Tanto, que accedió a una entrevista formal, la primera que concedía a un periodista televisivo de los EE. UU. desde 1959. En las primeras horas del 24 de abril, mientras cámaras cubanas rodaban en el Riviera, Howard le presentó una serie de preguntas: ¿Cuándo se convirtió en comunista? ¿Le solicitó a Jruschov los misiles nucleares? ¿Por qué cientos de miles de cubanos huían a Florida? Hubo momentos más ligeros, también. Castro le preguntó a Howard si su cabello rubio brillante era natural. "No tenemos que responder preguntas como esa en mi país", respondió ella. Y luego llegó el momento decisivo: ¿bajo qué condiciones podría apoyar un acercamiento con Washington? Castro citó sus exitosas conversaciones con Donovan sobre la liberación de prisioneros como un positivo paso adelante. Un acercamiento "es posible", dijo en mal inglés, "si el gobierno de los Estados Unidos lo desea". Proveniente de uno de los enemigos más famosos de EE.UU. durante la Guerra Fría, meses después de un tenso enfrentamiento nuclear, el interés de Castro por mejorar las relaciones fue noticia.

A las pocas horas de la entrevista, Castro voló a Moscú, pero no sin antes haber hecho arreglos para que un gran ramo de flores fuera entregado en la habitación de Howard. A cambio, la periodista le dejó a Castro lo que describió como "un pequeño recuerdo", una carta profundamente personal que ella redactó en su habitación del Riviera.

Mezclaba críticas intensas con elogios sinceros. "No quiero que te destruyan. ... Tú tienes lo que George Bernard Shaw llamó 'esa chispa de fuego divino' ", escribió Howard. "No eres el tirano despiadado y cínico [que tus críticos] han representado. ... No creo que tengas la intención de herir a la gente, sin embargo, con toda sinceridad, me siento triste y enfadada porque has destruido a miles y dañado a muchos más sin causa justa".

Un borrador de su mensaje, mecanografiado en papel con el membrete del de Hotel Riviera, finalizaba "en una nota personal". "Nos conocimos y nos acercamos y, lo sé, sentimos algo el uno por el otro que no podía ir más allá. Yo soy quien soy y tú eres Fidel Castro y para nosotros, en este momento de la historia, nada personal puede hacerse realidad. (…) nuestros deseos personales no son importantes".

Howard tachó ese párrafo durante una revisión, con grandes X en tinta azul. "Quizás nunca volveremos a vernos", concluía la carta. "Pero atesoraré con todo mi corazón, mientras viva, mi viaje a Cuba en abril de 1963 y mis encuentros contigo, mi querido Fidel".

En su diario del 13 de agosto de 1964, Lisa Howard asentó esta conversación jocosa con Castro.

02 A.M

Llamada a pagar aquí desde La Habana. Es Fidel. Me pregunta si sé qué día es hoy.

"Sí", le digo, "es jueves". "Pero es el día 13", dice. "¿Y entonces?", pregunto. "Es mi cumpleaños", dice Fidel. "Tengo 38 años". Lo felicito y le canto.

Quiere saber si buscaré asilo en Cuba si [el candidato presidencial republicano Barry] Goldwater es elegido. Yo le digo que sí, si él me deja hacer un programa de noticias en televisión todos los días. Él responde que está bien si todos los días reporto propaganda marxista y leninista.

Después del asesinato de Kennedy en noviembre de 1963 ella persuadió a sus supervisores en ABC para que la dejaran regresar a Cuba a filmar otro especial de televisión, esta vez sobre la vida bajo la revolución. Cuando informó a la nueva administración de EE.UU. sobre su viaje, funcionarios de la Casa Blanca le dijeron que estarían interesados en saber lo que Castro tuviera que decir.

Howard y su equipo llegaron al aeropuerto internacional José Martí el 1 de febrero de 1964. Castro había enviado a Vallejo a su encuentro, y "me pasaron por la aduana como diplomática", recordó. Era diplomática, aunque autoproclamada. Mientras filmaba el nuevo especial de televisión, también estaría diseñando estrategias con Castro sobre cómo renovar su delicada diplomacia con el presidente Lyndon B. Johnson.

Había otra razón por la que ansiaba estar en La Habana. "¿Cuándo lo veré?" preguntó Howard a Vallejo tras su llegada. "Ha estado loco por saber cuándo llegabas", respondió el edecán. "Ha estado preguntando por ti todo el día". No vio a Castro hasta la noche siguiente, el 2 de febrero de 1964, cuando él llegó a su hotel cerca de la medianoche y los dos se quedaron hasta el amanecer antes de que él la arropara y se fuera.

Durante las siguientes dos semanas, Howard y su equipo recorrieron Cuba con el enérgico Castro, lo filmaron jugando al béisbol, visitando una granja ganadera e interactuando con los campesinos. Por mucho que Howard creía que Castro era un dictador, la abrumadora adoración pública que generaba la impresionó. "Le gritan 'Fidel, Fidel', los niños lo besan, las madres lo tocan", escribió. "Están maravillados, emocionados ... extasiados, pero en su mayoría apasionados. No me cabe duda de que la emoción que inspira Fidel en todas las mujeres es puro deseo sexual sin diluir. Es el animal masculino más físico que he conocido". La atracción entre ellos era innegable. "Estuve sentada o parada a su lado durante cinco horas y casi me vuelvo loca", relató Howard.

Era bastante pasada la medianoche cuando terminaron la entrevista, y Castro, Howard y Vallejo se dirigieron a la suite de ella. "Estábamos de un humor maravilloso", escribió Howard en su diario. El caudillo cubano se recostó en el sofá y apoyó la cabeza en el regazo de ella. "[El Secretario de Estado] Dean Rusk debería vernos ahora", bromeó Howard mientras Castro reía a carcajadas. Tumbados en el sofá, trazaron estrategias sobre cómo convencer a Johnson para que terminara el diálogo que Kennedy había iniciado.

A las 3:30 de la mañana, Howard decidió una vez más que era hora de que Vallejo les diera un poco de privacidad, lo que puso nervioso a Castro. "No puedo estar a solas contigo sin mi abogado", bromeó. Cuando Howard anunció que quería "ponerse algo cómodo", él hizo un intento fútil para que no se cambiara. "Hizo un gran alboroto acerca de mi cambio de ropa porque era muy bonito y quería vérmelo puesto", escribió. Y cuando salió del baño vestida con un camisón y un pijama, la reprendió por desobedecerlo. "No me entiendes", se quejó en un una explosión de machismo. "Solo quieres hacer lo que quieres hacer. ¿Por qué no me puedes tratar como un hombre?

Castro desvió la conversación a su complicada relación. Noches antes, había confesado que solía dormir con muchas mujeres, pero ya no más, “porque ahora que es el líder, todas las mujeres quieren acostarse con él, pero él creía que no era a él a quien querían sino dormir con el líder. Esto parecía molestarlo", contó Howard. Mientras le explicaba por qué no quería acostarse con ella, le preguntó a Howard: "¿Qué quieres tú, Lisa? ¿Tú quieres mi cuerpo?”

Esa noche, él todavía estaba en un conflicto. "Me dijo que me deseaba mucho, pero que las condiciones debían ser adecuadas y que debíamos estar lejos, en algún lugar donde pudiéramos olvidarnos de todo", escribió Howard. Sin embargo, añadió, "nos fuimos a la cama y me hizo el amor diestramente y fue, por supuesto, emocionante y extático, tanto como cualquier cosa que yo hubiera experimentado alguna vez".

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    Rolando Cartaya

    Rolando Cartaya (La Habana, 1952) periodista, traductor e investigador. Trabajó por varias décadas en Radio Martí desde 1989, donde fue periodista, editor y director y guionista de programas radiales. Actualmente labora en la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba. Fue vicepresidente en la isla del Comité Cubano Pro Derechos Humanos.

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