“Cuando Felita llegó a la parada de la Virgen del Camino, en el municipio capitalino de San Miguel del Padrón, había una multitud. Pensó volver para la casa de su hermana, pero dentro de dos días regresaba a Guantánamo y necesitaba comprar algunas cosas que no encontró en las tiendas, así que decidió aventurarse”.
“Le preguntó a una mujer cuál era la guagua para La Cuevita, y esta le respondió: “Cuando vea el molote montándose, trate de subir, que casi toda esa gente va para allá””.
“Así lo hizo Felita, y guiada por la multitud se bajó en la parada del minimax, en cuyos viejos y destartalados mostradores solo había jabón de baño y arroz, además de algunos productos de la libreta de racionamiento. A unos metros del minimax estaba la entrada a la candonga de La Cuevita. Caminar se hacía difícil por la gran cantidad de curiosos y compradores potenciales que se detenían en esta o aquella mesa”.
Así comienza la veterana periodista independiente Gladys Linares una crónica publicada por Cubanet sobre la llamada candonga —el término lo importaron de Angola los soldados cubanos— de La Cuevita, un callejón cerca de la periférica Calzada de San Miguel del Padrón donde el asfalto se entreteje con terraplén y baches y el comercio bulle, y ebulle.
Llamé por teléfono a Gladys, y para hacerme una idea de lo que van a buscar allí miles de cubanos y hasta visitantes extranjeros, le pregunté qué había comprado ella personalmente en la candonga: “Una bata de casa; las zapatillas de andar en casa que llevo puestas; un caldero y una olla arrocera eléctrica para la cocina; a veces voy a buscar hilo; compré un palo de “bayeta” (trapeador) que está muy bueno; cuando se pierde la comida para perros, allí la hay; pero hay mucho más: batidoras, televisores, teléfonos celulares"…
La enumeración me hizo pensar automáticamente en un pulguero de Miami, aunque hay diferencias: en La Cuevita unos venden con licencia y otros sin licencia; se vende al detalle y también al por mayor, y aunque algunos tienen sus puestos de venta en kioscos o debajo de sombrillitas la mayoría vende desde su casa: las muestras, en el portal; el “almacén”, en la sala.
“Están unidos contra la policía, y cuando se corre la voz de que llegaron inspectores, recogen todo lo que exhiben en el portal y cierran la puerta de la casa”, dice Gladys, que ha sido testigo de lo que cuenta.
Ella vive en Lawton, “a siete paradas, en el P-2”, mientras que Dania Virgen García, otra periodista independiente, vive a unas cuadras de La Cuevita. Dania explicó a martinoticias.com que el lugar empezó a ganar popularidad porque muchos residentes de ese barrio marginal se dedicaban a fabricar dentro de sus casas, para luego venderlos, artículos de plástico para el hogar como cepillos, baldes, palitos de tendedera, escobas, "haraganes", recogedores, etc.
Siendo ellos los fabricantes, ofrecían precios más bajos que los revendedores en otros lugares de la capital. Así se convirtieron en mayoristas “Ahí van miles y miles de personas a comprar mercancía por cantidades, para después revenderla en las provincias o en otros municipios”, apunta Dania.
Pero ya no son sólo producciones artesanales. Desde que el gobierno autorizó las categorías de productor-vendedor en el trabajo por cuenta propia comenzó a aparecer en La Cuevita, como en muchas otras “candongas” diseminadas por el territorio nacional, mercancía importada: ropa, calzado, accesorios, juguetes, artículos para el hogar, electrodomésticos, piezas de computadora... en un país donde el gobierno se reserva el monopolio del comercio exterior.
“Y si no lo tienen te mandan al que lo tiene, o te dan la opción de encargarlo y te dicen cuando puedes ir a recogerlo”, señala Gladys, y explica cómo ha ido en aumento el número de personas que se dedican a viajar y hacer compras para estos microempresarios. “Conozco un muchacho que viaja todas las semanas a México, se va el viernes y regresa el lunes. Trae fundamentalmente juguetes y artículos para niños y mujeres”.
¿Cómo viajan estos proveedores irregulares? Algunos se han casado con nacionales mexicanos, o panameños, o ecuatorianos, y ya tienen nacionalidad y pasaporte de esos países; “Conozco un matrimonio que el hijo de ellos allá en Miami conectó al padre con una ecuatoriana, y se casaron”, cuenta Gladys.” Y otro que era esposo de una doctora, se divorció de ella y se casó con una mexicana. Pero él sigue aquí con la doctora, todo fue para tener esas facilidades. Nada, que el hombre se las inventa para salir de la jaula”.
Están también en esos menesteres del viaja, compra y trae beneficiarios cubanos de la Ley de Nietos española, de los cerca de 200.000 que obtuvieron esa nacionalidad.
Además, en muchos casos los nuevos parientes, como también otros extranjeros, participan en el negocio. Apunta Dania Virgen: “Hay quien ha prosperado en La Cuevita alquilando cuartos o apartamentos, porque los extranjeros vienen con la mercancía y se hospedan en el barrio, siempre en el mismo lugar. Alquilan un carro particular con su chofer para moverse, y tú los ves por aquí tomando cerveza como cualquier cubano. Y cuando no vienen ellos viene la esposa, el hijo, el nieto, la madre"…
FUENTE DE EMPLEO
Las dos colegas señalan que los vendedores les están dando empleo a jóvenes que estaban desempleados y sin estudiar. “Les dan un precio y ellos van y sacan su licencia, y cuando llega la mercancía tú los ves haciendo una colita para comprar lo suyo y salir a venderlo”, dice Dania.
Quienes tienen mucha mercancía contratan personas que la vayan vendiendo a domicilio, abunda Gladys. Y señala que La Cuevita también es fuente de ingresos para quienes vienen de las provincias, en un país donde según los propios economistas oficiales se necesitan varios salarios medios para cubrir las necesidades básicas.
La colaboradora de Cubanet y Primavera Digital dice conocer a unas muchachas de Girón, en la provincia de Matanzas, que cuando planean viajar a La Habana para visitar la candonga compran antes en la localidad jugo de naranja, quesos, habichuelas, ají y otros productos del campo que tienen demanda en la capital. Una vez en La Habana salen a pregonar y vender lo que trajeron, y el producto de la venta lo invierten en La Cuevita.
LOS PRECIOS MÁS BAJOS SON SÓLO UNA DE LAS VENTAJAS
“Tú ves aquí una blusa panameña en 25 CUC o un pantalón de hilo en 29 CUC; en una boutique del Estado cuestan la misma blusa y el mismo pantalón por lo menos 10 CUC más cada uno”, señala Dania. “Las toallas que están en las tiendas estatales a 11 y 15 CUC las consigues en La Cuevita por dos pesos (convertibles)".
Gladys asegura que no hay manera de que las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD) estatales compitan en buena lid con los privados, porque venden cosas anticuadas, de mala calidad, y a precios más altos.
“A mi esposo le regalé una vez un par de zapatos que me costó en una shopping del Estado más de veinte dólares. Eso para Cuba es carísimo. Los guardó, esperando una ocasión para ponérselos, y cuando por fin los sacó habían soltado toda la capa exterior. La gente sabe que es así, y por eso busca a este tipo de cuentapropista que tiene mejor surtido, de artículos más a la moda, de mejor calidad y a mejores precios. Y hasta puedes regatear. La Cuevita se ha convertido en una buena opción de mercado para los cubanos”
EL ULTIMATUM DEL ESTADO
Pero al Estado no parece agradarle que los cubanos tengan opciones si éstas perjudican sus ingresos en divisas.Y las TRD representan una de las principales fuentes de moneda dura de la clase empresarial-militar.
Aunque en La Cuevita hay casi todas las semanas operativos contra los vendedores sin licencia, y el lugar ha estado últimamente plagado de policías, hasta ahora el comercio ha seguido su curso natural.
Sin embargo, a fines de septiembre las resoluciones 41/2013 y 42/2013 del Ministerio del Trabajo y Seguridad Social, establecieron, después de dos años de tolerancia a la venta de artículos importados por particulares, que la venta de productos de factura industrial, o comprados en el exterior por modistas o sastres, plomeros y productores o vendedores de artículos varios de uso del hogar, constituiría en adelante una infracción y conllevaría a la aplicación de una multa y el decomiso de la mercancía.
El Estado todavía no ha aplicado esa parte de las resoluciones, pero les ha dado un ultimátum a los privados, advirtiéndoles que tienen hasta el 30 de noviembre para liquidar la mercancía importada.
Gladys tituló su crónica para Cubanet sobre la candonga de San Miguel del Padrón "Nube negra sobre el pulguero de La Cuevita" .
“Un hermano mío tiene una impresora, y cada vez que necesita cartuchos de tinta nuevos viene desde Camajuaní, en Villaclara, a comprarlos en La Cuevita”, dice la periodista independiente, y se pregunta: “No sé dónde los va a comprar si cierran la candonga. Supongo que tendrá que buscarlos como antes: en el mercado negro”.
“Le preguntó a una mujer cuál era la guagua para La Cuevita, y esta le respondió: “Cuando vea el molote montándose, trate de subir, que casi toda esa gente va para allá””.
“Así lo hizo Felita, y guiada por la multitud se bajó en la parada del minimax, en cuyos viejos y destartalados mostradores solo había jabón de baño y arroz, además de algunos productos de la libreta de racionamiento. A unos metros del minimax estaba la entrada a la candonga de La Cuevita. Caminar se hacía difícil por la gran cantidad de curiosos y compradores potenciales que se detenían en esta o aquella mesa”.
Así comienza la veterana periodista independiente Gladys Linares una crónica publicada por Cubanet sobre la llamada candonga —el término lo importaron de Angola los soldados cubanos— de La Cuevita, un callejón cerca de la periférica Calzada de San Miguel del Padrón donde el asfalto se entreteje con terraplén y baches y el comercio bulle, y ebulle.
Llamé por teléfono a Gladys, y para hacerme una idea de lo que van a buscar allí miles de cubanos y hasta visitantes extranjeros, le pregunté qué había comprado ella personalmente en la candonga: “Una bata de casa; las zapatillas de andar en casa que llevo puestas; un caldero y una olla arrocera eléctrica para la cocina; a veces voy a buscar hilo; compré un palo de “bayeta” (trapeador) que está muy bueno; cuando se pierde la comida para perros, allí la hay; pero hay mucho más: batidoras, televisores, teléfonos celulares"…
La enumeración me hizo pensar automáticamente en un pulguero de Miami, aunque hay diferencias: en La Cuevita unos venden con licencia y otros sin licencia; se vende al detalle y también al por mayor, y aunque algunos tienen sus puestos de venta en kioscos o debajo de sombrillitas la mayoría vende desde su casa: las muestras, en el portal; el “almacén”, en la sala.
“Están unidos contra la policía, y cuando se corre la voz de que llegaron inspectores, recogen todo lo que exhiben en el portal y cierran la puerta de la casa”, dice Gladys, que ha sido testigo de lo que cuenta.
Ella vive en Lawton, “a siete paradas, en el P-2”, mientras que Dania Virgen García, otra periodista independiente, vive a unas cuadras de La Cuevita. Dania explicó a martinoticias.com que el lugar empezó a ganar popularidad porque muchos residentes de ese barrio marginal se dedicaban a fabricar dentro de sus casas, para luego venderlos, artículos de plástico para el hogar como cepillos, baldes, palitos de tendedera, escobas, "haraganes", recogedores, etc.
Siendo ellos los fabricantes, ofrecían precios más bajos que los revendedores en otros lugares de la capital. Así se convirtieron en mayoristas “Ahí van miles y miles de personas a comprar mercancía por cantidades, para después revenderla en las provincias o en otros municipios”, apunta Dania.
Pero ya no son sólo producciones artesanales. Desde que el gobierno autorizó las categorías de productor-vendedor en el trabajo por cuenta propia comenzó a aparecer en La Cuevita, como en muchas otras “candongas” diseminadas por el territorio nacional, mercancía importada: ropa, calzado, accesorios, juguetes, artículos para el hogar, electrodomésticos, piezas de computadora... en un país donde el gobierno se reserva el monopolio del comercio exterior.
“Y si no lo tienen te mandan al que lo tiene, o te dan la opción de encargarlo y te dicen cuando puedes ir a recogerlo”, señala Gladys, y explica cómo ha ido en aumento el número de personas que se dedican a viajar y hacer compras para estos microempresarios. “Conozco un muchacho que viaja todas las semanas a México, se va el viernes y regresa el lunes. Trae fundamentalmente juguetes y artículos para niños y mujeres”.
¿Cómo viajan estos proveedores irregulares? Algunos se han casado con nacionales mexicanos, o panameños, o ecuatorianos, y ya tienen nacionalidad y pasaporte de esos países; “Conozco un matrimonio que el hijo de ellos allá en Miami conectó al padre con una ecuatoriana, y se casaron”, cuenta Gladys.” Y otro que era esposo de una doctora, se divorció de ella y se casó con una mexicana. Pero él sigue aquí con la doctora, todo fue para tener esas facilidades. Nada, que el hombre se las inventa para salir de la jaula”.
Están también en esos menesteres del viaja, compra y trae beneficiarios cubanos de la Ley de Nietos española, de los cerca de 200.000 que obtuvieron esa nacionalidad.
Además, en muchos casos los nuevos parientes, como también otros extranjeros, participan en el negocio. Apunta Dania Virgen: “Hay quien ha prosperado en La Cuevita alquilando cuartos o apartamentos, porque los extranjeros vienen con la mercancía y se hospedan en el barrio, siempre en el mismo lugar. Alquilan un carro particular con su chofer para moverse, y tú los ves por aquí tomando cerveza como cualquier cubano. Y cuando no vienen ellos viene la esposa, el hijo, el nieto, la madre"…
FUENTE DE EMPLEO
Las dos colegas señalan que los vendedores les están dando empleo a jóvenes que estaban desempleados y sin estudiar. “Les dan un precio y ellos van y sacan su licencia, y cuando llega la mercancía tú los ves haciendo una colita para comprar lo suyo y salir a venderlo”, dice Dania.
Quienes tienen mucha mercancía contratan personas que la vayan vendiendo a domicilio, abunda Gladys. Y señala que La Cuevita también es fuente de ingresos para quienes vienen de las provincias, en un país donde según los propios economistas oficiales se necesitan varios salarios medios para cubrir las necesidades básicas.
La colaboradora de Cubanet y Primavera Digital dice conocer a unas muchachas de Girón, en la provincia de Matanzas, que cuando planean viajar a La Habana para visitar la candonga compran antes en la localidad jugo de naranja, quesos, habichuelas, ají y otros productos del campo que tienen demanda en la capital. Una vez en La Habana salen a pregonar y vender lo que trajeron, y el producto de la venta lo invierten en La Cuevita.
LOS PRECIOS MÁS BAJOS SON SÓLO UNA DE LAS VENTAJAS
“Tú ves aquí una blusa panameña en 25 CUC o un pantalón de hilo en 29 CUC; en una boutique del Estado cuestan la misma blusa y el mismo pantalón por lo menos 10 CUC más cada uno”, señala Dania. “Las toallas que están en las tiendas estatales a 11 y 15 CUC las consigues en La Cuevita por dos pesos (convertibles)".
Gladys asegura que no hay manera de que las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD) estatales compitan en buena lid con los privados, porque venden cosas anticuadas, de mala calidad, y a precios más altos.
“A mi esposo le regalé una vez un par de zapatos que me costó en una shopping del Estado más de veinte dólares. Eso para Cuba es carísimo. Los guardó, esperando una ocasión para ponérselos, y cuando por fin los sacó habían soltado toda la capa exterior. La gente sabe que es así, y por eso busca a este tipo de cuentapropista que tiene mejor surtido, de artículos más a la moda, de mejor calidad y a mejores precios. Y hasta puedes regatear. La Cuevita se ha convertido en una buena opción de mercado para los cubanos”
EL ULTIMATUM DEL ESTADO
Pero al Estado no parece agradarle que los cubanos tengan opciones si éstas perjudican sus ingresos en divisas.Y las TRD representan una de las principales fuentes de moneda dura de la clase empresarial-militar.
Aunque en La Cuevita hay casi todas las semanas operativos contra los vendedores sin licencia, y el lugar ha estado últimamente plagado de policías, hasta ahora el comercio ha seguido su curso natural.
Sin embargo, a fines de septiembre las resoluciones 41/2013 y 42/2013 del Ministerio del Trabajo y Seguridad Social, establecieron, después de dos años de tolerancia a la venta de artículos importados por particulares, que la venta de productos de factura industrial, o comprados en el exterior por modistas o sastres, plomeros y productores o vendedores de artículos varios de uso del hogar, constituiría en adelante una infracción y conllevaría a la aplicación de una multa y el decomiso de la mercancía.
El Estado todavía no ha aplicado esa parte de las resoluciones, pero les ha dado un ultimátum a los privados, advirtiéndoles que tienen hasta el 30 de noviembre para liquidar la mercancía importada.
Gladys tituló su crónica para Cubanet sobre la candonga de San Miguel del Padrón "Nube negra sobre el pulguero de La Cuevita" .
“Un hermano mío tiene una impresora, y cada vez que necesita cartuchos de tinta nuevos viene desde Camajuaní, en Villaclara, a comprarlos en La Cuevita”, dice la periodista independiente, y se pregunta: “No sé dónde los va a comprar si cierran la candonga. Supongo que tendrá que buscarlos como antes: en el mercado negro”.