Resulta que cuando miles de cubanos de a pie se encuentran en la peor de las condiciones, sin techo, sin agua, sin luz, y lo peor de todo, sin probablemente ni una pizca de esperanza en que el gobierno enderece la dramática situación causada por el huracán Sandy, la prensa oficial en Cuba se entretiene con crónicas de Alicia en el país de las maravillas, en las que se asegura que, en algún recóndito lugar de Santiago de Cuba, hay quien está bailando una conga y a quien además, a pesar del desastre, no le falta la sonrisa. Está claro que cantar, bailar y reír puede contribuir a espantar todos los males, pero se espera que la prensa esté atenta más a los lamentos de los damnificados por una catástrofe natural y no tanto en contarnos si alguien, de forma aislada, está pasando el rato bailando una conga. No es cuestión de juzgar aquellos que bailan entre los escombros, pero sí se debe juzgar el papel de una prensa maniatada que no hace más que reproducir lo que al régimen más le conviene. La prensa no debe ser el camuflaje de una mala gestión política.
Así pues solo en reportes independientes o en los publicados fuera de Cuba encontramos informaciones acerca de los problemas que ha desencadenado la catástrofe originada por Sandy. En la Isla no es posible que nadie pueda presentar los testimonios de las víctimas del huracán, ninguna cámara puede acercarse a la tragedia humana, una proximidad que permitiría hacerse una idea más acertada de lo que puede estar ocurriendo en estos momentos en el Oriente del país. Se habla de falta de comida y de agua, así como de inflación de precios, también de la falta de suministros para realizar apaños necesarios en los empobrecidos hogares de los cubanos. Demasiadas necesidades para creer que el régimen podrá con esto.
Los periódicos del gobierno están a punto de anunciar el ‘happy end’ de la tragedia. Prácticamente todo está bajo control, esperan que la cola del huracán acabe escampando, de manera que rápidamente todo se olvide. Pero contemplando las fotos que llegan –también por fuentes independientes- de los destrozos que Sandy ha dejado a su paso por Santiago de Cuba y conociendo de antemano la delicada situación del país, la inmensidad de problemas sin resolución posible a la vista, tampoco son muy creíbles los mensajes de tranquilidad que pretende enviar Raúl Castro. De hecho, ¿a qué cubano le sirve un mensaje de tranquilidad que provenga de un Castro? Castro y tranquilidad parecen, a la luz de los hechos, dos ideas irreconciliables.
Llegarán toneladas de ayuda de Venezuela y Bolivia, tal y como han anunciado las autoridades de esos dos países, pero nada sería mejor para ayudar a los cubanos que la deposición del actual régimen, que se hicieran a un lado, pues no cabe duda de que hay algo que se interpone entre los cubanos y su felicidad y bienestar, y eso es el propio gobierno, incapaz de resolver nada. La mejor ayuda que puede llegar a Cuba es un proceso constituyente que conduzca a un nuevo sistema en el que finalmente el gobierno se encargue, entonces sí, de la protección de todos los cubanos. Y en caso de no hacerlo que se le puede amonestar.
Así pues solo en reportes independientes o en los publicados fuera de Cuba encontramos informaciones acerca de los problemas que ha desencadenado la catástrofe originada por Sandy. En la Isla no es posible que nadie pueda presentar los testimonios de las víctimas del huracán, ninguna cámara puede acercarse a la tragedia humana, una proximidad que permitiría hacerse una idea más acertada de lo que puede estar ocurriendo en estos momentos en el Oriente del país. Se habla de falta de comida y de agua, así como de inflación de precios, también de la falta de suministros para realizar apaños necesarios en los empobrecidos hogares de los cubanos. Demasiadas necesidades para creer que el régimen podrá con esto.
Los periódicos del gobierno están a punto de anunciar el ‘happy end’ de la tragedia. Prácticamente todo está bajo control, esperan que la cola del huracán acabe escampando, de manera que rápidamente todo se olvide. Pero contemplando las fotos que llegan –también por fuentes independientes- de los destrozos que Sandy ha dejado a su paso por Santiago de Cuba y conociendo de antemano la delicada situación del país, la inmensidad de problemas sin resolución posible a la vista, tampoco son muy creíbles los mensajes de tranquilidad que pretende enviar Raúl Castro. De hecho, ¿a qué cubano le sirve un mensaje de tranquilidad que provenga de un Castro? Castro y tranquilidad parecen, a la luz de los hechos, dos ideas irreconciliables.
Llegarán toneladas de ayuda de Venezuela y Bolivia, tal y como han anunciado las autoridades de esos dos países, pero nada sería mejor para ayudar a los cubanos que la deposición del actual régimen, que se hicieran a un lado, pues no cabe duda de que hay algo que se interpone entre los cubanos y su felicidad y bienestar, y eso es el propio gobierno, incapaz de resolver nada. La mejor ayuda que puede llegar a Cuba es un proceso constituyente que conduzca a un nuevo sistema en el que finalmente el gobierno se encargue, entonces sí, de la protección de todos los cubanos. Y en caso de no hacerlo que se le puede amonestar.