Durante estos días en Barcelona se han reunido grupos de activistas que trabajan en un ámbito fronterizo entre la política y la cultura. Han titulado sus jornadas con un ambicioso “¿Cómo acabar con el mal?” Optimistas en su empeño, en la sala del Antic Teatre barcelonés han colgado una enorme lona en la que se puede leer un convencido “Acabaremos con el mal”. Léase que para la mayoría de participantes el mal no es más que el neoliberalismo aunque, por fortuna, luego pude comprobar que el castrismo también puede entrar en esa clasificación. No hay duda.
Pero no me sorprendió, durante la presentación, escuchar algunas diatribas contra el neoliberalismo, el capitalismo, los mandamases y toda esa retórica que el 15-M y luego el Occuppy Wall Street han puesto tan de moda. A pesar de ello, fue interesante reconocer en algunas de sus estrategias de activismo creativo algunas prácticas que en el caso de Cuba ya se están aplicando. Aunque sus propósitos son los de rebelarse contra el capitalismo, no deja de ser chocante que sea precisamente este marco económico el que permite la existencia de democracias que les otorgan a su vez a ellos la posibilidad de existir, reunirse y colaborar contra el propio sistema.
Así pues tras la charla de la alemana Marion Hamm, experta en activismo del proyecto A.F.R.I.C.A., y parte del equipo de personas que elaboró el manual de Guerrilla Communication, intercambié con algunas opiniones sobre el caso cubano, siempre ausente en este tipo de encuentros, imagino que porque en Cuba no se plantea una lucha contra el neoliberalismo sino contra el comunismo y sus activistas son siempre olvidados. Así se lo dije. Le planteé que algunas estrategias de la guerrilla communication ya estaban siendo empleadas en Cuba por algunos artistas, y aquí podríamos citar desde los concierto-happenings en el balcón que ha organizado Porno Para Ricardo hasta los sugerentes graffitis de El Sexto, o también, aunque en este caso desde el exilio, el trabajo de caricaturistas como Garrincha o Guamá, que siempre hacen florecer las contradicciones del sistema cubano en sus trabajos con efectos corrosivos.
Las bases de la Guerrilla Communication sirven para la lucha contra cualquier sistema de opresión, me dijo Marion Hamm. “No conozco el caso cubano, pero estas estrategias no solo se pueden emplear contra el neoliberalismo, también se emplearon contra el régimen de Hitler en Alemania, con los graffitis que la resistencia pintaba en los muros”. Siguiendo a Roland Barthes, Hamm se pregunta si acaso la mejor subversión no es la de alterar los códigos en vez de destruirlos. Por esto mismo, considera que “es el poder el que brinda el escenario para las acciones”. Hay que “actuar con las reglas formales del juego pero con distintos significados”. La activista recuerda que existe una “gramática de la cultura, que es la que decide qué es normal y qué es disidencia, la que establece lo que se puede decir y lo que no se puede mencionar”. Lo fundamental es tener presente que toda ideología tiene dos caras, por una parte la que muestra los valores públicos y por otra el lado oscuro, su rostro más feo. El activismo creativo, el que juega en el terreno de la política y el arte, debe encargarse de hacer visible precisamente esta cara.
Estos activistas emplean la palabra guerrilla como metáfora porque una guerrilla, aseguran, no puede actuar en su propio terreno, no está en el poder, y no lo controla. “La lucha de la guerrilla no es la de dos ejércitos enfrentándose uno al otro, sino de pequeños grupos que se forman y disuelven rápido, trabajan con el conocimiento muy íntimo de su propio terreno, de las condiciones, sentimientos y realidades locales”.
Escuchando a estos activistas, que hablan desde la comodidad de un sistema que les permite reunirse y organizar eventos semejantes en el centro de la ciudad, con todo de recursos a su alcance, uno no puede evitar observar el gran contraste que existe con los activistas cubanos. Bajo el comunismo castrista, viviendo en un entorno de muchas más dificultades su existencia se convierte en un acto de heroísmo, no siempre reconocido.
Pero no me sorprendió, durante la presentación, escuchar algunas diatribas contra el neoliberalismo, el capitalismo, los mandamases y toda esa retórica que el 15-M y luego el Occuppy Wall Street han puesto tan de moda. A pesar de ello, fue interesante reconocer en algunas de sus estrategias de activismo creativo algunas prácticas que en el caso de Cuba ya se están aplicando. Aunque sus propósitos son los de rebelarse contra el capitalismo, no deja de ser chocante que sea precisamente este marco económico el que permite la existencia de democracias que les otorgan a su vez a ellos la posibilidad de existir, reunirse y colaborar contra el propio sistema.
Así pues tras la charla de la alemana Marion Hamm, experta en activismo del proyecto A.F.R.I.C.A., y parte del equipo de personas que elaboró el manual de Guerrilla Communication, intercambié con algunas opiniones sobre el caso cubano, siempre ausente en este tipo de encuentros, imagino que porque en Cuba no se plantea una lucha contra el neoliberalismo sino contra el comunismo y sus activistas son siempre olvidados. Así se lo dije. Le planteé que algunas estrategias de la guerrilla communication ya estaban siendo empleadas en Cuba por algunos artistas, y aquí podríamos citar desde los concierto-happenings en el balcón que ha organizado Porno Para Ricardo hasta los sugerentes graffitis de El Sexto, o también, aunque en este caso desde el exilio, el trabajo de caricaturistas como Garrincha o Guamá, que siempre hacen florecer las contradicciones del sistema cubano en sus trabajos con efectos corrosivos.
Las bases de la Guerrilla Communication sirven para la lucha contra cualquier sistema de opresión, me dijo Marion Hamm. “No conozco el caso cubano, pero estas estrategias no solo se pueden emplear contra el neoliberalismo, también se emplearon contra el régimen de Hitler en Alemania, con los graffitis que la resistencia pintaba en los muros”. Siguiendo a Roland Barthes, Hamm se pregunta si acaso la mejor subversión no es la de alterar los códigos en vez de destruirlos. Por esto mismo, considera que “es el poder el que brinda el escenario para las acciones”. Hay que “actuar con las reglas formales del juego pero con distintos significados”. La activista recuerda que existe una “gramática de la cultura, que es la que decide qué es normal y qué es disidencia, la que establece lo que se puede decir y lo que no se puede mencionar”. Lo fundamental es tener presente que toda ideología tiene dos caras, por una parte la que muestra los valores públicos y por otra el lado oscuro, su rostro más feo. El activismo creativo, el que juega en el terreno de la política y el arte, debe encargarse de hacer visible precisamente esta cara.
Estos activistas emplean la palabra guerrilla como metáfora porque una guerrilla, aseguran, no puede actuar en su propio terreno, no está en el poder, y no lo controla. “La lucha de la guerrilla no es la de dos ejércitos enfrentándose uno al otro, sino de pequeños grupos que se forman y disuelven rápido, trabajan con el conocimiento muy íntimo de su propio terreno, de las condiciones, sentimientos y realidades locales”.
Escuchando a estos activistas, que hablan desde la comodidad de un sistema que les permite reunirse y organizar eventos semejantes en el centro de la ciudad, con todo de recursos a su alcance, uno no puede evitar observar el gran contraste que existe con los activistas cubanos. Bajo el comunismo castrista, viviendo en un entorno de muchas más dificultades su existencia se convierte en un acto de heroísmo, no siempre reconocido.