Diciembre es un mes de epílogos. 2013 trajo cosas nuevas para los cubanos. A partir del 14 de enero, los nacidos en la isla pudieron viajar al extranjero si tanta fiscalización estatal.
Hasta los disidentes. Aunque excepciones. Profesionales, funcionarios o deportistas que el régimen considere de interés nacional. Opositores, rehenes de la Primavera Negra de 2003, por considerar la autocracia verde olivo que están bajo libertad condicional, no pueden salir de Cuba.
Han surgido nuevas figuras jurídicas en los negocios. Cooperativas de servicios y el Estado arrenda locales a particulares. Habrá una zona especial en el puerto del Mariel con un sistema salarial e impositivo diferente. Las maquilas y la explotación laboral corren a cuenta del Estado.
Este año fallecieron Hugo Chávez y Nelson Mandela. Los dos tuvieron su repercusión en la isla. Si a Mandela se le tiene en un altar, la muerte del mandatario venezolano trajo preocupaciones.
Y es que si las industrias funcionan y no se producen extensos apagones, es gracias al convenio que Chávez rubricó con Fidel Castro, mediante el cual Cuba paga con médicos y asesores más de cien mil barriles diarios de petróleo.
Y aunque Chávez no tiene ni por asomo el simbolismo de Mandela y la gente de a pie no se fía de ese experimento social que el bolivariano etiquetó como Socialismo del Siglo XXI, el típico egoísmo humano a no perder los beneficios hace que muchos cubanos prefieran al impresentable Nicolás Maduro solo por mantener el statu quo.
Quizás Maduro tenga más votos a favor en Cuba que en su país. Y es que cuando la gente ha vivido períodos de 12 horas sin luz, y alguien se la brinda, a pesar que Venezuela esté sumida en un caos y Caracas es una jungla de violencia, las personas son capaces de votar por Satanás.
En 2013 los cubanos siguieron en lo suyo. Las noticias de las protestas en Kiev, la ley mordaza en España, la reelección de la canciller alemana Angela Merkel, el espionaje electrónico global de Estados Unidos denunciado por el analista Edward Snowden o que el aprendiz de dictador de Corea del Norte ejecutara a su tío, pasó casi advertido.
Por las ilegales antenas satelitales, SMS, o aquéllos que pueden pagar 4.50 pesos convertibles por una hora de internet -por fin comercializada en 2013- prefieren estar actualizados del último disco de su cantante preferido, ver culebrones brasileños, las películas que optan por el Oscar, quién será el balón de oro de fútbol, ver partidos del Miami Heat de LeBron James o juegos de béisbol de la MLB donde participen Yasiel Puig o Aroldis Chapman.
Aunque desde hace tres años los cubanos gozan de más libertades económicas y ahora pueden alojarse en un hotel, comprar o vender una casa o adquirir un auto, la gente sigue siendo muy cauta en cuanto a asuntos políticos se refiere.
Las detenciones exprés a disidentes, palizas a Damas de Blanco o los actos de repudio siguen mirándolo desde la acera de enfrente. La oposición sigue siendo un clan particular. Dicen y escriben cosas que la mayoría desea o carece, pero el cubano de a pie lo ve tan distante como a un turista australiano.
En las reuniones del sindicato, se enojan por los salarios de miseria y piden en voz alta que cambie el sistema. Pero si usted le sugiere crear un sindicato independiente lo miran de arriba abajo como si fueses un bicho raro.
Pregúntele a cualquier cubano qué desea para 2014 y le dirá que una vida mejor para ellos y sus familias. Ganar un salario decoroso y poder desayunar, almorzar y comer todos los días.
Los trabajadores por cuenta propia quieren más autonomía, un mercado mayorista, impuestos más bajos y menos injerencias del Estado. Que vuelvan los cines 3D y se reabran las tiendas de pacotilla.
Los disidentes anhelan que la era de los Castro termine. Que Cuba entre por el aro de la democracia. Y que se respeten las libertades. Llevan décadas exigiéndolo. Pero dedican muy poco tiempo al proselitismo político con sus vecinos, que son a quienes deben convencer.
Hasta los disidentes. Aunque excepciones. Profesionales, funcionarios o deportistas que el régimen considere de interés nacional. Opositores, rehenes de la Primavera Negra de 2003, por considerar la autocracia verde olivo que están bajo libertad condicional, no pueden salir de Cuba.
Han surgido nuevas figuras jurídicas en los negocios. Cooperativas de servicios y el Estado arrenda locales a particulares. Habrá una zona especial en el puerto del Mariel con un sistema salarial e impositivo diferente. Las maquilas y la explotación laboral corren a cuenta del Estado.
Este año fallecieron Hugo Chávez y Nelson Mandela. Los dos tuvieron su repercusión en la isla. Si a Mandela se le tiene en un altar, la muerte del mandatario venezolano trajo preocupaciones.
Y es que si las industrias funcionan y no se producen extensos apagones, es gracias al convenio que Chávez rubricó con Fidel Castro, mediante el cual Cuba paga con médicos y asesores más de cien mil barriles diarios de petróleo.
Y aunque Chávez no tiene ni por asomo el simbolismo de Mandela y la gente de a pie no se fía de ese experimento social que el bolivariano etiquetó como Socialismo del Siglo XXI, el típico egoísmo humano a no perder los beneficios hace que muchos cubanos prefieran al impresentable Nicolás Maduro solo por mantener el statu quo.
Quizás Maduro tenga más votos a favor en Cuba que en su país. Y es que cuando la gente ha vivido períodos de 12 horas sin luz, y alguien se la brinda, a pesar que Venezuela esté sumida en un caos y Caracas es una jungla de violencia, las personas son capaces de votar por Satanás.
En 2013 los cubanos siguieron en lo suyo. Las noticias de las protestas en Kiev, la ley mordaza en España, la reelección de la canciller alemana Angela Merkel, el espionaje electrónico global de Estados Unidos denunciado por el analista Edward Snowden o que el aprendiz de dictador de Corea del Norte ejecutara a su tío, pasó casi advertido.
Por las ilegales antenas satelitales, SMS, o aquéllos que pueden pagar 4.50 pesos convertibles por una hora de internet -por fin comercializada en 2013- prefieren estar actualizados del último disco de su cantante preferido, ver culebrones brasileños, las películas que optan por el Oscar, quién será el balón de oro de fútbol, ver partidos del Miami Heat de LeBron James o juegos de béisbol de la MLB donde participen Yasiel Puig o Aroldis Chapman.
Aunque desde hace tres años los cubanos gozan de más libertades económicas y ahora pueden alojarse en un hotel, comprar o vender una casa o adquirir un auto, la gente sigue siendo muy cauta en cuanto a asuntos políticos se refiere.
Las detenciones exprés a disidentes, palizas a Damas de Blanco o los actos de repudio siguen mirándolo desde la acera de enfrente. La oposición sigue siendo un clan particular. Dicen y escriben cosas que la mayoría desea o carece, pero el cubano de a pie lo ve tan distante como a un turista australiano.
En las reuniones del sindicato, se enojan por los salarios de miseria y piden en voz alta que cambie el sistema. Pero si usted le sugiere crear un sindicato independiente lo miran de arriba abajo como si fueses un bicho raro.
Pregúntele a cualquier cubano qué desea para 2014 y le dirá que una vida mejor para ellos y sus familias. Ganar un salario decoroso y poder desayunar, almorzar y comer todos los días.
Los trabajadores por cuenta propia quieren más autonomía, un mercado mayorista, impuestos más bajos y menos injerencias del Estado. Que vuelvan los cines 3D y se reabran las tiendas de pacotilla.
Los disidentes anhelan que la era de los Castro termine. Que Cuba entre por el aro de la democracia. Y que se respeten las libertades. Llevan décadas exigiéndolo. Pero dedican muy poco tiempo al proselitismo político con sus vecinos, que son a quienes deben convencer.