En una Cuba sumida en una profunda crisis económica y social, ser mujer se ha convertido en un reto diario. La escasez de productos básicos, la carga doméstica desproporcionada y la falta de oportunidades económicas afectan a millones de cubanas, especialmente a aquellas que viven en zonas rurales.
Para Daudi Hermelo, activista en Pinar del Río, la supervivencia es la prioridad. “No tenemos para un pancito que son 25 pesos, para un niño para levantarse al día siguiente para la escuela, ¿qué puede pensar la mujer en maquillarse, en estar perfumada? Es bastante difícil”, dice en conversación con Martí Noticias.
Hermelo explica que muchas mujeres en el campo recurren a la producción de carbón para subsistir.
“Mira, eso es un tizne prieto en las uñitas... porque tienen que hacerlo para poder alimentar a su familia. Si les vieras los pies, están llenitos de grietas, porque es muy difícil alcanzar un par de botas o de tenis”, relata.
Ante la crisis, algunas mujeres han tomado caminos extremos para sobrevivir. Yanaisy Curbelo, madre habanera, cuenta que muchas no tienen más opción que recurrir a la prostitución.
“Tienes que hacer desde, desgraciadamente, la prostitución, hasta el trabajo más desagradable. Un negocio normal sin robarle a nadie tampoco lo puedes hacer, porque aquí todo es delito”, asegura.
El acceso a productos de higiene y cuidado personal es otro desafío. “Un paquete de íntimas (almohadillas sanitarias) de 10 unidades te cuesta 800 pesos. El champú para lavarse la cabeza, 3 mil pesos, más del salario de un jubilado”, denuncia Curbelo.
La residente en La Habana, María Mercedes Benítez, activista de la Red Femenina de Cuba, señala que los retos van más allá de la crisis económica.
“Los principales problemas de la mujer en Cuba hoy son la brecha salarial, la carga desproporcionada del trabajo doméstico que recae en mujeres y niñas, la violencia laboral, el matrimonio infantil, el acoso y hostigamiento sexual, y los estereotipos de género”, enumera.
Para aquellas mujeres que se oponen al gobierno, la situación es aún más crítica.
Desde Palmarito de Cauto, en Santiago de Cuba, la opositora Maidolis Oribes denuncia la vigilancia constante y la represión que sufren las activistas.
“Estamos vigilados las 24 horas. La Seguridad del Estado nos hace la vida imposible. Mi familia sufre cada vez que me han llevado detenida. Mi madre padece del corazón. Mi esposo tiene una cardiopatía porque dice que no puede dormir tranquilo. Mi hija, con 15 años, tiene una presión de 200 porque vive en sobresalto, temiendo que me desaparezcan en cualquier momento”, relata.
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